La crisis económica, los recortes del Gobierno, los seis millones de parados, la movilización ante el drama de los desahucios y los escándalos de corrupción que salpican el mapa político español. La actualidad social y económica del país es para muchos el caldo de cultivo perfecto para que el escenario de Centro de Convenciones y Congresos Príncipe Felipe de Ifema -donde mañana se celebrará la gala de los XXVII Premios Goya- se eriga como un atril para la reinvindicación social, tras el llamamiento del sindicato de actores para convertir la ceremonia en una 'Goyaprotesta'.
"El cine debe ser lo principal en la gala", afirmó ayer tras el Consejo de Ministros la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría al ser preguntada por lo caldeado del ambiente en las horas previas. Además del argumentario general, gran parte del gremio cinematográfico recuerda con cierta exasperación la subida del IVA que ha impactado directamente en la línea de flotación de varios proyectos, negocios e iniciativas. Enrique González-Macho, presidente de la Academia, ha querido ejercer de bombero y que la gala "no es de los actores, es de toda la profesión". "Los actores tienen seis premios, y en total se dan 29", manifestó González-Macho.
Hay quien evoca ya el recuerdo del 2003 y el 'No a la Guerra'. Hace una década, la gran noche del cine español se convirtió en una compilación de quejas y reivindicaciones contra el Gobierno del entonces presidente José María Aznar. Aquella noche certificó la carga política del sector generando un enconado debate, que con mayor o menor intensidad, se ha ido replicando a lo largo de estos años. La famosa pegatina de fondo negro y letras rojas contra la intervención militar en Irak estuvieron presentes tanto en la alfombra en la solapa de gente como Geraldine Chaplin y Alberto Iglesias o Pilar Bardem.
En aquella ocasión fueron Alberto San Juán y el hiperactivo Guillermo 'Willy' Toledo quieren ejercieron de maestros de ceremonia y condujeron la gala, no exenta de polémica. El apoyo del Ejecutivo español a EE UU y Reino Unido para una invasión fruto de una obsesiva búsqueda de armas de destrucción masiva fue el eje que vertebró todo la polémica.
Entre estatuilla y estatuilla fueron varios nombres los que se pronunciaron con contundencia contra esta decisión. “A los gobernantes quiero decirles que a pesar de que ganen las elecciones no tienen un cheque en blanco para gobernar. Tiene la obligación de escuchar al pueblo. Nosotros somos mayoría y decimos no a la guerra”, afirmó Javier Bardem al recoger el premio a la mejor interpretación masculina ante un auditorio que respaldó su intervención con aplausos.
Por su parte, el fallecido Manuel Alexandre, quien subió al escenario para recoger el Goya de Honor, se expresó en un tono mucho más bucólico que Bardem: “Siempre he tenido un sueño: que desaparezca la palabra guerra de todos los diccionarios”.
La sombra del Prestige
Pero también hubo quien evocó la crisis del Prestige y la posterior gestión de la misma. Fue el caso de Luis Tosar, quien subió con una pegatina que rezaba 'NUNCA MÁIS' y optó por dedicar su premio a "ese señor bajito" que si quería "encontrar petroléo" debía saber "que no tenía que ir hasta Irak". "Basta con ir a Galicia y recogerlo", afirmó el reconocido como la mejor interpretación masculina de reparto por su papel en 'Los Lunes al Sol', de Fernando León de Aranoa. Un compañero suyo de reparto, José Angel Egido, escogido como mejor actor revelación en dicha película quiso recordar a la "gente que lucha contra las manchas, bien sean de fuel, informativas o las manchas de sangre". "No a la guerra. Nunca máis a la guerra", aseguró.
