Planeta Calleja

Caprile confiesa cómo sus hermanos lo bajaron de la nube

El modisto revela en «Planeta Calleja» que el subidón de la fama hizo que se le fuese la olla y que fue su familia la que lo colocó nuevo en su sitio

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Fue el «Planeta Calleja» protagonizado por Lorenzo Caprile un programa de muy altos vuelos. Y no solo porque tanto el presentador como el invitado surcaron los aires cual pájaros hasta en dos ocasiones, sino también porque el diseñador confesó cómo su familia lo bajó de las nubes. En concreto, sus cuatro hermanas y tres hermanos. «Hay un momento dado en que se te va la pinza, al verte en el periódico tres o cuatro veces, y te vuelves gilipollas», espetó. Ese momento lo tuvo Caprile, «y mis hermanos me pusieron en mi sitio y me ayudaron», confesó.

Calleja quiso acotar ese instante en el tiempo, y el diseñador entró al trapo (nunca mejor dicho), al referir aquel momento de gloria en que diseñó el traje de novia de doña Cristina , en 1997. Mucho después arropó a la infanta en persona cuando el juicio del caso Nóos. «Le debó mucho, yo y mi taller, y fue una pequeña forma de devolverle...», dijo el modisto antes de que la emoción le impidiese continuar hablando. Entonces él estaba empezando en lo que denomina modestamente «la industria del trapo», y doña Cristina, «que podía haber elegido a cualquiera», optó por él.

«En algunas cosas la olla se me fue», insistió recordando aquel momento de 1997 el modisto madrileño, que tuvo una segunda ola de popularidad «real» con el famoso vestido rojo que doña Letizia lució en 2004 en la boda de Federico de Dinamarca y Mary Donaldson. A Calleja le reveló que desconocía que la hoy Reina se iba a poner su prenda en ese enlace.

Lógicamente, pues nobleza obliga, no se permitió ni con la reina ni con la infanta Cristina excentricidades como la mayor que ha hecho en su vida, que fue bordarle al forro de la cola de un vestido de novia el escudo del Atlético de Madrid . Así se lo pidieron los novios, y él aceptó porque eran sus amigos y porque además es colchonero.

El programa arrancó en Planeta Caprile , o sea, en el taller del protagonista, donde al diseñador se le vio muy atareado y portando un móvil que Jesús Calleja dató en el Pleistoceno y del que le sorprendió otro detalle, amén de su antigüedad: la bandera española que el aparato tiene como cinta. “¿Dónde estamos? ¿En Turquía?”, ironizó el modisto, nacido en Madrid de familia de origen italiano, cuando el presentador le preguntó por el lucimiento de bandera.

Del taller pasaron a la «casa» de Caprile, que no es para nada convencional. Vive en un hotel madrileño. «He probado en cinco o seis casas, en todos los barrios», antes de acabar en habitación de un NH. « Yo soy un poco toc-toc , obsesivo, compulsivo», desgranó antes de hacer una confesión, aún más íntima, como que fue recién cumplidos los 18 años cuando reveló a sus padres que era gay. Ahora lo es «declarado y confeso», «pero con sentido común –matizó– porque a veces nos pasamos de la raya. Yo no quiero que me traten de manera distinta porque me meta en la cama con un hombre».

Lanzado a contar su yo más íntimo, Caprile, que se declara cristiano y asistente a misa –si bien no todos los domingos, matizó–, gusta también de los mundos de Iker Jiménez . Cree en exorcismos y amuletos. Es más, echa las cartas del tarot, «pero solo los arcanos mayores». «Los naipes te dan consejos». «¿Cómo te va a dar consejos la sota de bastos?», ironizó Calleja.

Con el pelo recién cortado por orden de Calleja, al que no le gustaba el estilo capilar «salvaje» con el que compareció Caprile e insistió para que cambiase a uno «más modernín», presentador e invitado se fueron a Segovia, que el primero califica como su tierra. Vieron el acueducto y se fueron a comer lechazo a Sepúlveda, donde los comensales fueron asaltados por los fans, que abundan en esas y en otras tierras. Ya desde el principio se anunció que el gran reto del programa consistiría en montarse en un parapente y atraer durante la travesía aérea a un halcón de Harris.

Pero antes se ambientaron practicando el vuelo sin motor en el aeródromo de Garray (Soria): «Tengo pilas para toda la temporada», dijo Caprile antes de emocionarse hasta las lágrimas mientras paseaba entre las nubes y Calleja gritaba «estamos volando como los pájaros, como los pájaros». «Esto es excitante, no, lo siguiente», insistió el jurado de «Maestros de la costura» poco antes de aterrizar, mientras el montaje añadía de fondo el evocador «In The Shape Of A Storm» de Damien Jurado.

Ya por tierra se fueron a la Sierra de la Demanda, en Burgos, y se pasearon por las calles de Pradoluengo, donde en su tiempo se fabricaban uno de cada cuatro calcetines que se vendían en España. Siguieron respirando aire puro, y salvaje, en el CRAS (Centro de Recuperación de Animales Silvestres) de Burgos, de plantilla de mayoría absoluta femenina, antes de recorrer en bicicleta el Cañón del Río Lobos (Soria) y alcanzar uno de los que lugares de España favoritos de Calleja, la ermita de San Bartolomé, obra de los templarios en el siglo XIII « con una arquitectura de cinco puntas », analizó al primer golpe de primera vista el modisto.

De vuelta a las tierras segovianas se buscó el final guionizado. A la primera no pudo ser: el viento impidió que pudiesen montarse en el parapente. En esa jornada no hubo vuelo final, ni halcón Harris acompañante. No fue el «the end» previsto para el día, pero sí un gran final. «He volado con esto», dijo, señalándose la cabeza Caprile, antes de abrazarse, llorando, a Calleja.

Se dieron una segunda oportunidad y esa vez sí pudo ser. El modisto, bien aferrado a Agustín –quien guiaba el parapente– surcó de nuevo los aires. «Ay, qué bonito, Agustín, qué bonito», gritaba. Y hasta dos veces se les acercó el águila Harris para poner la guinda perfecta.

Así acabó un programa en el que Caprile volvió a volar muy alto. Pero esta vez no será necesario que nadie lo baje de las nubes.

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