El Hormiguero

El 'espíritu del váter' que asustó a Santi Rodríguez

El actor revela en 'El Hormiguero' un episodio tipo «Cuarto milenio» con final feliz

Motos y Santi Rodríguez, durante la entrevista de hoy en 'El Hormiguero' Antena 3

R. Ventureira

Santi Rodríguez empezó en modo Miguel Ángel Revilla , regalando a Pablo Motos una botella de aceite y un bote de aceitunas de Jaén, y acabó en modo Iker Jiménez, hablando de espíritus.

«Está la España vacía y está la España ninguneada» , se quejó de entrada. «Pido a las instituciones que tengan en cuenta a los 97 municipios de mi tierra», pidió. Una tierra a la que el tren llega «a velocidad de mountain bike». «Si llevas un huevo crudo, cuando llegas a Madrid ya hay punto de nieve en la clara», ironizó.

Se sintió muy a gusto con su amigo Pablo Motos . «Gran parte de lo que soy te lo debo a ti. Por tus buenos consejos», elogió al principio de la entrevista. La excusa para la visita –si es que hacía falta alguna– es que está actuando en el Teatro EDP Gran Vía , donde hace unas semanas celebró una sesión muy especial. Actuó para 160 abuelos «vacunados» . Todos llevaban un año sin salir de la residencia. «Se lo pasaron pipa. Había un atasco de andadores en el hall terrible», bromeó.

En su monólogo habla de un viaje a Nueva York con su familia que resultó ser un buen surtidor de historias cómicas. Por ejemplo, en un restaurante del barrio chino le mostraron una carta en un único idioma: el propio del país oriental. Así que él mismo seleccionó un plato al azar. El camarero puso cara como de «no se lo aconsejo». Cuando llegó a la mesa, parecía un acierto. Porque era un recipiente con una ensalada y, a su lado, un cuenco. Su mujer interpretó que en este último estaba el aliño, por lo que se acabaron comiendo «una lechuga un poco especial». Porque no era aceite, era té.

«Poltergeist»

Le pasan cosas extrañas a Santi Rodríguez . Pero ninguna como una historia de 'poltergeist' que sufrió años atrás, cuando vivía en Granada . Por culpa de aquello estuvo una semana sin poder dormir. Un amigo se fue de vacaciones y le dejó al cuidado de su gata. Tenía que ir por allí cada ciertos días para limpiar el arenero y dejar de comer y beber a la mascota.

La primera vez que acudió, una vez concluida la tarea adjudicada, fue a lavarse las manos al servicio. Y, de repente, escuchó una voz: «¿Qué haces?». O mucho se equivocaba, o aquella pregunta salía directamente de lo más hondo del váter, cuya tapa estaba abierta. Eran los doce de la mañana, de ahí que no le diese tanto miedo como para no volver: «No es hora para espíritus», pensó.

Lo hizo. Regresó. Por si acaso, ni siquiera abrió el grifo. Se limitó a coger unas toallitas. Sacó una y, de repente, escuchó una orden: «Coge más», escuchó. «Así vas tardar un rato, toma un buen puñado», le dijo a continuación la voz del inodoro. Entonces, habló con ese «espíritu». Se asomó al váter y saludó: «Hola. ¿Qué tal?». «¿Pues tú que crees? Pues una mierda, a ti te querría ver yo aquí dentro».

Esta vez sí. Se fue a una cabina telefónica. Llamó a su amigo y le dijo que se buscase a otro cuidador. «En tu casa hay espíritus y están en el váter». Le preguntó si se había vuelto gilipollas. «A mí me han hablado e iba sobrio. Así que ahí hay alguien«, se defendió.

Por casualidad, pasó al día siguiente por allí. Y escuchó una voz familiar. Era la voz del espíritu. «Estás tonto. Coge más», gritaba aquel hombre. «Perdone, es que he oído voces», lo interrumpió el actor. «Ah, eras tú», contestó el tipo con naturalidad cuando Santi le contó sus miedos. Era un albañil. Le contó que él y sus compañeros estaban arreglando la tubería principal de la casa, esa que conectaba directamente con el inodoro de su amigo. El miedo, por cierto, era mutuo. «Oigo voces por el váter», le había dicho el presunto espíritu a sus compañeros de faena.

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