Así se hace «Cachitos», un viaje de nostalgia musical a ritmo de humor sin censura

ABC descubre la trastienda del exitoso programa musical que se emite cada martes en La 2

El archivo de Barcelona, donde se hace parte de Cachitos Inés Baucells
Helena Cortés

Esta funcionalidad es sólo para registrados

«Bienvenidos a “Cachitos”, el nuevo programa dedicado a la música que hoy estrenamos. Sí, un nuevo programa dedicado a la música, sin que nadie se tenga que batir en duelo y perecer en el intento, sin más jurado ni sentencias que los que dicta el tiempo. Canciones como trozos de vida, cachitos de nuestra historia con sus imágenes originales rescatadas minuciosamente del inmenso archivo de RTVE». Así comenzaba en 2013, a ritmo de música de gasolinera, «Cachitos de hierro y cromo», un viaje por la banda sonora de nuestra vida sin más guía que unos rótulos (llamados técnicamente «chyrons») mitad didácticos mitad humorísticos.

El programa de La 2 presentado por Virginia Díaz, un soplo de aire fresco en el desértico panorama musical televisivo actual, acaba de aterrizar con su séptima temporada en la noche de los martes de La 2. Y se mantiene fiel a su espíritu sin detenerse demasiado en el éxito de su último especial de Nochevieja , trending topic «mundial» que logró convertir al millón de personas que los siguieron (6,8% de cuota de pantalla) en fieles «cachiters». « No tenemos presión ni pensamos que lo vamos a petar , y eso nos ayuda. Vamos a nuestro aire, somos unos outsiders», cuenta Arantxa Soroa, directora del programa y anfitriona en esta ruta por las tripas de un programa que se hace, también a cachitos, entre Madrid y Barcelona.

Aunque Soroa participa en estas sesiones musicales de La 2 desde que inmortalizaron los clásicos de gasolinera -de hecho «Cachitos de hierro y cromo» es un verso de la primera canción que sonó en su debut, «En un mercedes blanco», de Kiko Veneno -, asumió la dirección la pasada temporada, cuando sustituyó a Jero Rodríguez, padre del formato . «En 2009 se estrenó en TVE un programa de archivo que se llamaba “50 años de…” y a mí me tocó hacer la entrega dedicada a la música junto a Cesc Gay. Fue un protocachitos muy chulo. También me gustaba mucho el canal VH1, que ponía unos videoclips con bocadillos informativos. Junté las dos cosas y así nació este programa», recuerda Jero Rodríguez, que confió desde el principio en el potencial del formato. «Algún jefe de programación de la época me dijo que cuando pones imágenes de archivo la audiencia nunca baja. Pensábamos que iba a tener éxito al juntar esto con el poder evocador de la música, pero no creíamos que lo iba a petar tanto. Al principio iba a estar más dividido por géneros, y luego vimos que molaba mezclarlo todo para atraer a más público. También era más didáctico, y ha acabado siendo más cómico», cuenta Rodríguez, que sigue trabajando en «Cachitos» «como soldado» mientras lidera «La hora musa».

Este formato no ha necesitado grandes recursos para conquistar en seis años a medio millón de fieles parroquianos de todas las edades (3%), pero sí requiere una producción laboriosa. El equipo dedica unos tres meses a cada entrega. « El archivo de RTVE es bastante infinito, también porque cada vez se digitaliza más. Al principio de cada temporada hacemos una reunión y proponemos ideas de géneros y temáticas», cuenta Soroa, que trabaja con tres realizadores y un redactor desde Barcelona. Adornando la redacción están algunas de las felicitaciones que han recibido, desde Karina hasta Betty Missiego, que envía una postal cada Navidad. En Madrid trabajan Virginia Díaz y la mayoría de los guionistas, unos seis por temporada.

«Invertimos un mes en buscar en el archivo las canciones de cada entrega. Es como hacer la carta a los Reyes Magos, luego nos damos de bruces con la realidad y vemos que n o tenemos derechos de algunas . Después, necesitamos otro mes en hacer los premontajes y los rótulos», puntualiza la directora, quien destaca también el «enorme esfuerzo» que supone restaurar muchas de estas imágenes. En otros casos, como ocurre a partir de 2009, el problema es la ausencia de espacios musicales. «Antes cualquiera que triunfaba estaba en la tele, esto ha cambiado con internet», lamenta Rodríguez.

Los rótulos o chyrons (la marca de una máquina de los ochenta que se usa para subtitular) son la esencia del programa. « Creo que es mejor que los guionistas se pasen y rebajar luego el tono a quedarse corto. No creo que hagamos un humor sangrante con nadie, somos una televisión pública y sabemos la responsabilidad que eso conlleva», puntualiza Soroa. Incluso Bertín Osborne se tomó a broma el rótulo «La Vox» con el que ilustraron una de sus actuaciones. «El concepto de rótulo es un hallazgo brutal. Pablo González Batista y yo, que escribimos el de Nochevieja, nos lo llevamos a nuestro terreno, más gamberro. Esa entrega tiene un punto de desmelene», cuenta el guionista Antonio Vicente. Normalmente hacen dos rótulos, uno más «cachondo» y otro «informativo». « Vemos el vídeo y escribimos lo que podría decir un tuit. Después lo reducimos a su esencia. Eso sí, tenemos la ventaja de que podemos verlo varias veces», bromea su compañero. «Lo hacemos con mucho cariño, sin hacer sangre, pero no por censura, sino porque nos gusta la música y sus historias», replica Vicente.

Antes de los retoques finales, entra en juego Virginia Díaz, que suele viajar a Barcelona para grabar sus presentaciones. «Antes me mandaban los programas, pero ahora no se los pido, prefiero disfrutarlo como una espectadora más », apunta Díaz. «Cachitos» ha ayudado a todo el equipo a redescubrir placeres culpables u olvidados. «Es como cuando ves fotos tuyas antiguas, te da vergüencilla pero les tienes cariño», sentencia Vicente.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación