«I am a Killer»
El corredor de la muerte, en primera persona
Netflix ofrece una serie documental en el que los reos narran sus crímenes antes de ser ejecutados
James Robertson lleva más de media vida recluido en la cárcel de Florida. Todo apunta a que su tormentosa infancia fue uno de los motivos que le llevaron allí. Creció en un hogar desestructurado, con unos padres perdidos en la drogadicción. Este es uno de los casos que cuenta «I am a Killer» , la nueva serie documental de Netflix en la que un total de diez presos condenados a muerte cuentan cómo ha sido su propia vida. Desde el particular punto de vista del que va a morir, los propios reos intentan explicar qué les ha llevado a encontrarse en el pabellón de la muerte.
El protagonista del primer capítulo de «I am a Killer» también cayó en el mundo de los estupefacientes cuando era un adolescente. Ante la falta de dinero, se vio forzado a robar para poderse pagar sus vicios. A los 17 años fue detenido y procesado , entrando por primera vez a la cárcel cuando todavía no había cumplido la mayoría de edad. En prisión, fue cuando cometió más delitos que nunca.
James Robertson protagonizó un sinfín de peleas. Su comportamiento le llevó a ser trasladado a aislamiento. Su historial delictivo provocaba que, ante la más mínima sospecha, lo separaran de sus compañeros. El periodo que pasó en aislamiento le hizo comprender que no tenía posibilidad de salir con vida de la cárcel. La condena con la que había ingresado no paraba de aumentar tras los altercados que había vivido. Por eso,decidió asesinar a sangre fría a su compañero de celda, con el único fin de que le condenaran a muerte . James Robertson consiguió su objetivo y está esperando la fecha en la que le aplicarán la inyección letal.
Otro de los protagonistas es Kenneth Foster Junior . Fue condenado por crimen capital a la pena de muerte en el año 1996 por un asesinato que no realizó él . Esto sucede como consecuencia de la ley de las partes de Estados Unidos, por la que un cómplice de un asesinato cumple pena como si la hubiera cometido él mismo. Sus padres, al igual que en el caso de Robertson, eran drogadictos, pero vivió con sus abuelos , quienes le ofrecieron una estabilidad muy importante en su vida.
A pesar de que el entorno era favorable, Kenneth Foster terminó escogiendo las amistades equivocadas. Una noche, mientras conducía un vehículo robado, uno de sus amigos salió de la parte trasera del coche y, sin conocer Foster cuáles eran sus intenciones, disparó a una mujer. La familia del reo, cuando le otorgaron la fecha de su ejecución, empezó a manifestarse en la calle luchando por los derechos de Kenneth para seguir con vida. Cuando parecía estar todo perdido, y a falta de seis horas para su ejecución, el tribunal accedió a volver a revisar su caso y le condenaron a 40 años de prisión. Kenneth Foster había vuelto a nacer y había recuperado la esperanza de salir de la cárcel.
Las historias son relatadas por los propios prisioneros , que están esperando, en la mayoría de casos, que se produzca su ejecución. Cuentan la historia vista desde su punto de vista, generalmente distorsionada , ya que intentan explicar los motivos que les llevaron a cometer los delitos. Pero gracias a la colaboración de diferentes personas del entorno de los presos –médicos forenses, psicólogos o familiares de las víctimas– se puede completar cómo ha sido la vida de estos.
La serie documental de Netflix consta de una temporada de diez episodios , que rondan los cincuenta minutos. Cada uno de ellos desvela los secretos que rodean a las vidas y los delitos de estos condenados a muerte. En ocasiones el espectador puede llegar a empatizar con ellos, pero cuando se descubre el contrapunto de la historia, se vuelve a apreciar las razones por las que están presos.
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