Televerité

Lapidación

Louis CK llevaba dos años fuera de circulación. Apestado, marchó a un ostracismo del que intenta regresar

Louis CK, en una imagen de archivo ABC
Hughes .

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En lo más crudo de la pandemia, el cómico Louis CK ofreció a sus admiradores un motivo para reír: su retorno, «Sincerely» , un especial grabado en Washington. Lo ofreció en su propia web, donde sigue visible a un precio módico. Louis CK llevaba dos años fuera de circulación desde que en el contexto del MeToo se denunció su irregular comportamiento (masturbarse frente a unas colegas o admiradoras) y fue retirado de las grandes plataformas. Apestado en el negocio, marchó a un ostracismo del que ahora intenta regresar.

Su estigmatización siguió los implacables rituales de la llamada «cultura de la cancelación» para los que el jurista Cass Sunstein (y antes que él, los Monty Python) ha ofrecido el término lapidación: lo que sucede cuando un grupo de gente se indigna por la transgresión real o imaginaria de un tabú. La lapidación refuerza o señala un rasgo de identidad tribal y ya aparecía en Orwell como manifestación de ira vindicativa. A la profecía de Warhol, los quince minutos de fama, siguen los Dos Minutos de Odio descritos en «1984». Un mecanismo lapidatorio que refuerza el «Gran Hermano».

El especial de Louis CK recibió unas críticas novedosas. Se ha estrenado con él un nuevo género de crítica, moral, que juzga el espectáculo buscando elementos de disculpa o expiación. Él no elude el asunto en sus chistes, incluso llega a explicar su comportamiento («Me gusta masturbarme y no me gusta estar solo»), pero son ingredientes al servicio de algo mayor, la comicidad. No deberíamos perder la capacidad de distinguirlo, y en el humor a menudo se confunde; algunos cómicos actúan cada vez más como predicadores que moralizan o no según les convenga. CK tampoco era inocente en eso, antes solía subirse al púlpito del típico liberal, pero en «Sincerely» su humor se ha descarnado, se ha amargado de forma prometedora (aunque algo triste).

Pedir perdón, además, no tendría mucho efecto. Los pocos estudios académicos que se han realizado indican que pedir disculpas no beneficia al transgresor, pues no reduce la tendencia al castigo en los indignados; si acaso, la refuerza.

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