El desesperante tratamiento informativo de la crisis del taxi en televisión
Liberales en los medios hay de 3 tipos: los que han leído algo, los que no han leído casi nada y los que antes fueron comunistas
Tras lo de Julen, las televisiones (Griso, AR y Ferreras) dedicaron la mañana al taxi. El tratamiento de este asunto es desesperante. Uno de esos momentos reservados a nuestros liberales, a los que desatan del árbol como al bardo de Astérix. Liberales en los medios hay de 3 tipos: los que han leído algo (pueden llevar pajarita), los que no han leído casi nada (los demás) y los que antes fueron comunistas, personas que dedicaron la mitad de su vida a joder al prójimo con la planificación y luego con la fantasía del mercado perfecto.
Se llegó a decir que hay un derecho a subirnos en el coche que queramos cuando queramos. Por supuesto. Y a hacer una tortilla donde nos de la gana. Pero ni lo primero será un taxi ni lo segundo un restaurante . Ninguno explicó que la libre competencia ha de ser entre iguales. Aquí hay un sector regulado que es el taxi y otro, que ya existía (las viejas VTC), que liberalizó La Ley Ómnibus de ZP con el argumento de que jamás iban a afectar al taxi, lo que sirvió para que algunos espabilados compraran por cuatro duros unas licencias que ahora valen decenas de miles de euros.
¿Qué era una VTC? Una limusina, o los coches que contratamos en los aeropuertos para evitar la cola del taxi. Vehículos que no se definen por el traje del chófer, sino por precontratar precio y servicio, llevar una hoja de ruta, etc. Y esos libérrimos y ubérrimos VTC comenzaron a funcionar como taxis «de facto». Esto ya lo advirtió el diputado Celso Delgado, del PP, cuando se tramitaba la ley: «Se va a crear una actividad del taxi en cierta medida paralela y desregularizada».
Los taxistas, engañados por el gobierno ZP, piden regulación (la competencia es autonómica) y no obtienen nada. Ábalos calla y Casado, rearmado ideológicamente, tiene la receta: liberalizarlo todo, todo lo demás excepto lo suyo: ¿por qué no liberalizan las listas de partidos?
Desde un punto de vista, esto es privatizar de mala manera un servicio público que funciona; desde otro, hacerse con un sector por la puerta de atrás y muy poco dinero.
Pero en vez de hablar del tinglado y la chapuza, salen los ínclitos a hablar campanudamente de libertad, nada menos, como si la libertad fuera la ridícula facultad de elegir el color del coche que te lleva.