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Cómo arruinar una cita a base de chistes de casete

Manuel tiene un canal de humor en You Tube, pero a Sandra no le hizo gracia alguna su pretendiente

Aunque le gustan los hombres de campo, le disgustó que él no usase «smartphone»

Manuel y Sandra CUATRO.COM

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La cita no fue bien desde el principio y estuvo plagada de silencios incómodos. Y si en algún momento hubo una leve esperanza, ésta desapareció en cuanto Manuel abrió la boca para contar chistes tan malos como arcaicos, de esos que se compraban a pesetas en los dispensadores de casetes de las gasolineras.

Él se presentó como un hombre abierto a todo («soy fácil») y con gustos muy definidos («me gustan gordillas, buenas y simpáticas»). A sus 44 años y sin hijos, buscaba una mujer que, entre otras tareas, le acompañase a ver la próxima de su ídolo, Torrente.

El algoritmo del programa le trajo a la sevillana Sandra, cuatro años más joven y cocinera. Divorciada y con un hijo, confesó que por la noche sale a darlo todo: «Soy ligona. Me gusta hablar con los hombres, lo que no significa que vaya con los hombres directamente», aclaró.

Él la esperaba en la barra. Ella se aproximó, se situó a una distancia prudencial y empezó a estornudar. No fue un tic nervioso, realmente estaba resfriada. Allí siguieron plantados, mirándose de reojo entre trago y trago, hasta que el hombre «fácil» soltó una pregunta extraña: «¿Estás divorciada?». Ella se quedó pasmada: «¿Dónde lo pone?», «¿lo pone en algún lado?», se preguntó voz en alto mientras miraba por si en algún rincón del restaurante hubiese allá en lo alto un cartel que pusiese «Sandra, DIVORCIADA». Pero no lo había.

Peor no se puede empezar. Pero Manuel es de los que piensa que el que no se consuela es porque no quiere. «En la primera vez en todas las cosas pasa eso», reflexionó en la sala de confesiones sobre el manto de silencio con el que arrancó el encuentro. En la mesa todo siguió igual. Allí nadie habría la boca, hasta que el hombre fácil confesó que tiene un canal en You Tube donde cuenta chistes. Ella le pidió que contase uno, y Manuel, que es un hombre que se ha quedado en el humor que hacía Arévalo en los años 80, pensó que sería muy celebrado contar uno de tartamudos. Ella no lo entendió, por el cerrado acento de él. A los espectadores nos lo subtitularon, pero tampoco lo entendimos. Como todo lo malo es susceptible de empeorar, a Sandra tampoco le gustó que un hombre que anda subiendo chistes al You Tube tenga un móvil viejuno. «A mí me gustan los hombres de campo, pero que no tenga móvil…». No completó la frase, pero se refería a un «smartphone».

El hombre tuvo esperanzas durante algún momento, cuando coincidieron en su amor por los gatos (él dijo tener 24), y cuando el rasca del amor les preguntó por sus «fetiches sexuales», y ni el uno ni la otra supieron qué significaba eso de «fetiches». Pero el final fue el que todos –salvo Manuel– temimos desde un principio. «Me ha gustado casi todo», dijo él antes de que Sandra contestase con un «no» a una segunda cita.

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