¿Ver la serie o leer el libro? La exitosa moda de «revivir» las novelas en televisión

Los autores de libros como «Fariña», «La Catedral del Mar» y «El día de mañana» cuentan su experiencia al ver sus manuscritos en pantalla

Fariña
Helena Cortés

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«Monteperdido», el drama de una joven que reaparece años después de que la dieran por perdida, era un proyecto de serie que su autor, Agustín Martínez , no quería guardar en un cajón, así que la convirtió en una novela. Curiosamente, tras tres años y más de 10.000 ejemplares vendidos , TVE y DLO vieron en este libro el germen perfecto de una ficción que ya están rodando en los Pirineos, con el propio autor como productor ejecutivo y guionista. Pero no es el único manuscrito que se llevará a la pequeña pantalla española. «Vivir sin permiso», basada en una idea de Manuel Rivas, se estrenará pronto en Telecinco. Mientras, HBO trabaja en «Patria», adaptación de la novela homónima de Fernando Aramburu, y TVE en «Promesas de arena», de Laura Garzón. Una moda en alza que ha explotado este año con éxitos como «Fariña» (Antena 3), «La Catedral del Mar» (Antena 3) y «El día de mañana » (Movistar+).

Aunque todas las adaptaciones suelen comenzar con una llamada de la productora a los editores, lo más importante para un escritor a la hora de dar el sí definitivo es la confianza. «Teresa Fernández-Valdés y Ramón Campos, los dueños de Bambú, son gallegos y t enían un interés especial en producir algo así . La serie estuvo en marcha muy pronto y no tuve ningún miedo al resultado. La apuesta era grande y decidieron contar conmigo para que les ayudase a escribir el guión. Estábamos muy en sintonía : había que ser muy fieles a los hechos, aunque hubiera que ficcionar parte de la trama, contar con actores de allí... Eso para mí era clave», cuenta Nacho Carretero, autor de «Fariña».

Ildefonso Falcones e Ignacio Martínez de Pisón, padres de «La Catedral del Mar» y «El día de mañana», respectivamente, no participaron tan activamente en la construcción de las series derivadas de sus textos. «Me alegré de que encargaran la adaptación a Mariano Barroso, porque sus películas me parecen estupendas y es un tío de mi generación, que nació en Barcelona y conoce lo que cuento», recuerda Martínez de Pisón. « No era fácil, porque la novela abarca mucho tiempo y tiene muchos puntos de vist a. Antes de rodar me pasaron el guión y solo les hice un apunte», añade. «Es que una cosa es el papel y otra el audiovisual. Las formas, los tiempos y la atención de los espectadores lo cambian todo. Y, aunque mantengan los principios de la novela, en la serie también tienen su parte creativa», insiste Falcones, que no dudó ni un momento al ver que había «recursos, ilusión y trabajo» para construir una segunda «Catedral del Mar», que enganchó a 2,6 millones de fieles (17,4%). «La gran diferencia entre una producción audiovisual y un libro es que en este último el lector se imagina a los personajes y participa en el proceso creativo», reflexiona el escritor.

El trabajo a uno y otro lado, recuerda el creador de «Monteperdido», es muy distinto aunque sea el propio autor el que lidere la adaptación. «Escribir u na novela es una tarea muy solitaria , mientras que el guión es un trabajo en equipo. Luego el libro tiene ese punto de imaginación en el que puedes meter descripciones que cada uno verá de una forma en su mente. En la novela no hay límites, y en la serie sí: el presupuesto de producción », reflexiona. «Es curioso, porque hay novelas más audiovisuales que otras, y recuerdo que las primeras críticas de “Promesas de arena” decían que era muy cinematográfica», apunta Laura Garzón.

Justo Gil, el carismático canalla de «El día de mañana», es mucho más encantador, guapo y atlético que su alter ego literario; e Ildefonso Falcones, por ejemplo, nunca se había imaginado a su Arnau tan alto como lo vio en pantalla. «Es difícil comparar una cosa con otra, son productos distintos. Pocas veces se hace algo muy fiel que es igual de bueno. Solo se me ocurre “Los muertos”, de John Houston. Yo prefiero que traicionen las estructuras, despedacen la historia y la vuelvan a montar», puntualiza Martínez de Pisón.

Un caso distinto es el de «Fariña», basada en hechos reales. «Aquí la adaptación tenía una brecha más grande que salvar, porque es un relato periodístico. Me encantó la serie, pero no le pido el rigor que hay que exigirle al libro» , puntualiza Carretero. Al parecer, quien sí vigilaba esa verosimilitud, como se descubrió más tarde, era Sito Miñanco, protagonista de la historia, quien tenía en su casa un dossier sobre la producción que siguieron 2,5 millones de espectadores (16,3% de cuota de pantalla).

Más allá del beneficio económico que reciben los autores en un principio por vender los derechos, existen también otras ventajas derivadas de llevar un libro a la pantalla. «Como es mi primera novela, espero que me dé notoriedad entre lectores y editoriales», confiesa Garzón. « Hay un rebrote en venta s, porque muchos quieren comparar hasta qué punto es fiel. Además, luego pasa por otras cadenas, sale en DVD… Y eso lo alarga más tiempo », subraya Martínez de Pisón.

Una ventaja que vio frustrada Carretero cuando la justicia «secuestró» su «Fariña»: «Fue una decisión ridícula, pero se vio compensado por la ilusión. Vivimos el éxito de la serie como propio, con la rabia de no poder recoger el beneficio . Pero la onda expansiva llega hasta hoy, con la liberación, su llegada a Netflix y las ventas al extranjero».

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