Game of Thrones

Profecías, locura (Targaryen) y el destino de Daenerys en «Juego de Tronos»

Lo sucedido con la «khaleesi» en el último episodio puede que no sea tan sorprendente, al fin y al cabo

Daenerys Targaryen (Emilia Clarke), en «Juego de Tronos» HBO

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[¡Atención! ¡Este artículo contiene «spoilers» sobre los primeros cinco episodios de la octava temporada de «Juego de Tronos»!]

«Cuando un Targaryen nace, los Dioses lanzan una moneda y el mundo contiene el aliento». Esa profecía, de las más antiguas de la historia de Poniente y de «Juego de Tronos», la recita Varys (Conleth Hill) ante Jon Nieve (Kit Harington), segundos antes de anunciarle su apuesta por él para el Trono de Hierro en detrimento de Daenerys Targaryen (Emilia Clarke). El bueno de Jon, que desde la pasada temporada es también Aegon Targaryen Jr., desoye su propuesta, aunque Varys le insiste. «No sé aún donde ha caído su moneda, pero estoy seguro sobre la vuestra. Vos reinaréis bien y sabiamente, mientras que ella...». «Ella es mi reina», le corta Jon.

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Juego de tronos

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Instantes después, y traicionado por su «viejo amigo» Tyrion (Peter Dinklage), Varys arde en el fuego de Drogon por orden de Daenerys . La «khaleesi» se quita de en medio a su consejero, sin duda el mejor jugador del juego de tronos que quedaba vivo en los Siete Reinos. Lo hace con satisfacción, concentrando en él todo el odio y la rabia que lleva acumulando en las últimas semanas. Rencores que no se pueden tildar de injustificados, pues por «olvidarse» de su gran objetivo (y obsesión), el Trono de Hierro, la otrora Rompedora de Cadenas ha perdido a Missandei (Nathalie Emmanuel), su mejor amiga; a Jorah Mormont (Iain Glen), su más fiel consejero; a Qhono (Staz Nair), el líder de sus dothrakis; a dos de sus dragones (Rhaegar y Viserion) ; a la mayoría de su ejército e incluso la pasión de su amado (y sobrino) Jon. «Ahora, ya se sabe qué pasa cuando la gente oye la verdad sobre ti», le dice Dany al último, «justificando» el asesinato de Varys.

Aunque el fin de Daenerys sigue siendo el mismo de siempre: subir al poder en Desembarco del Rey. Le cueste lo que le cueste. Como si tiene que quemar vivas a miles de personas. «La clemencia no es debilidad. Es nuestra fuerza. Nuestra clemencia para con futuras generaciones, que jamás volverán a ser rehenes de un tirano», le dice a Tyrion, al que deja claras sus intenciones de cumplir con lo sugerido por Missandei antes de morir. «¡Dracarys!». O lo que es lo mismo: quemar la capital entera. Instantes después, la «khaleesi» no duda en extorsionar y amenazar una vez más al enano, de los pocos seguidores (o el único junto a Gusano Gris, el personaje de Jacob Anderson) que le quedan. «Falladme una vez más, y será la última que me falléis».

Muchos consideran injustificado el giro de Daenerys, aunque lo cierto es que se veía venir. Si no, que le pregunten a Tyrion. «Le tenéis miedo», le dice Sansa Stark (Sophie Turner) en el anterior capítulo. No es para menos. El enano lleva tiempo sabiendo cómo se las gasta Dany, a la que ha visto asar vivas a muchas personas en su lucha por el poder. Hace no demasiado, ajustició a Randyll (James Faulkner) y Dickon Tarly (Tom Hopper), padre y hermano de Sam (John Bradley), pese a los consejos de Tyrion de que no lo hiciera. Sam, mejor amigo de Jon y un pozo de inteligencia y bondad, también lo tiene claro. «Tú renunciaste a tu Corona por ayudar a tu pueblo. ¿Haría ella lo mismo?», le dice a su amigo en el primer capítulo de esta octava temporada.

Aunque hubo muchas más víctimas de Dany antes de los Tarly y de los miles de inocentes a los que calcinó en Desembarco del Rey. Disfrutó (a su manera) cuando su hermano Viserys (Harry Lloyd) fue calcinado por Khal Drogo (Jason Momoa), crucificó a los amos de Meereen sin hacer una sola pregunta, desoyendo los consejos de Ser Barristan (Ian McElhinney) y quemó vivos a Khal Moro (Joe Naufahu) y al resto de jefes dothrakis cuando fue rescatada por Jorah y Daario Naharis (Michiel Huisman) al final de la sexta temporada. En la primera entrega, por cierto, y en un atisbo de locura, se metió de «motu proprio» en la pira en la que iba a ser incinerado Khal Drogo. Salió indemne y con tres dragones, pero podría haberse visto reducida a cenizas.

«Tus acciones del pasado te han llevado donde estás ahora», suele repetir una y otra vez Bran Stark (Isaac Hempstead-Wright), a.k.a. el Cuervo de Tres Ojos. Bajo esa óptica, es más sencillo entender a Daenerys en su determinación de quemar la capital de Poniente. «Si las circunstancias hubieran sido diferentes, no creo que esa parte de Daenerys hubiera salido a la luz. Si Cersei (Lena Headey) no la hubiera traicionado, si no hubiera ejecutado a Missandei, si Jon no la hubiera dicho la verdad... si todas esas cosas hubieran sucedido de otra manera, creo que no estaríamos viendo este lado de Daenerys Targaryen», explica David Benioff, uno de los dos creadores de la serie, en el «Inside the Episode» del capítulo. «No creo que lo decidiera antes de tiempo. Pero cuando ve la Fortaleza Roja, el hogar que construyó su familia hace 300 años... es en ese momento cuando se da cuenta de todo lo que le ha sido arrebatado . Cuando toma la decisión de llevárselo todo a lo personal», agrega su compañero, D. B. Weiss.

Es en ese instante, así las cosas, cuando Daenerys, que ya dejó a un lado su amor por Daario en su cruzada por el Trono de Hierro, termina de consumar la conocida como «Locura de los Targaryen» y decide destruir Desembarco del Rey y las miles de almas inocentes que allí habitan. Una masacre que puede parecer infundada, pero que ya adelantó la serie en una de las visiones de Bran, allá por la cuarta temporada, en su curso exprés para convertirse en el Cuervo de Tres Ojos. También otra de la propia Daenerys, en la Casa de los Eternos, en la que se veía contemplando el Trono de Hierro que parecía cubierto de nieve... pero que realmente, lo estaba de cenizas. Porque Daenerys destruyó la ciudad, lo mismo que planeaba hacer su padre, Aerys II Targaryen (David Rintoul), el Rey Loco, antes de ser detenido por Jaime Lannister (Nikolaj Coster-Waldau). Pero Dany no encontró oposición y solo la indestructible Arya Stark (Maisie Williams) y alguno más parecieron sobrevivir al genocidio de Desembarco. Los ojos de terror de Cersei y de Qyburn (Anton Lesser), su particular Profesor Bacterio, lo decían todo. Al lado de los demonios de Daenerys, la Reina de las Cenizas, incluso ellos parecían santos.

A propósito de Arya, no hay que olvidar que todavía tiene que cerrar esos «ojos verdes» de la recordada profecía de Melisandre (Carice van Houten). Siempre y cuando, estos no fueran los del maquiavélico Meñique (Aidan Gillen), al que ya ajustició. Daenerys parece ser ahora su gran objetivo, como es obvio. Porque, después de tanta lucha contra el Rey de la Noche, sus Caminantes Blancos e incluso Cersei Lannister, parece que el gran villano de «Juego de Tronos» no estaba tan lejos. Ya lo dijo Inma Zamora en su reseña del episodio: el enemigo estaba en casa.

No es cuestión de que la ficción basada en los libros de George R. R. Martin, como se ha leído estos días, sea una serie «machista» por «demonizar» a su principal protagonista femenina. Quien piense eso, ha debido olvidarse de que Cersei, Arya o Sansa Stark, quizá los tres personajes más poderosos de la serie , son mujeres y orgullosas de ello, con muchos motivos. Alguno tiene la piel tan fina que hasta le asoma el hueso. Porque el «clic» de Daenerys no tiene nada que ver con cazas de brujas, sino con el destino de un personaje que, consumido por su ambición, solo y traicionado, ha terminado por tomarse la justicia por su mano y, seguramente sin merecerlo, se ha convertido en aquello que tanto odiaba. Parece que Tormund (Kristofer Hivju) tenía razón cuando, entre cerveza y vitores, congratulaba a Jon Nieve junto a Davos (Liam Cunningham) y compañía. «¿Quién puede montar a un dragón? ¡Un loco, o un rey!». Daenerys, para desgracia de muchos, ya ha dejado más que claro cuál de las dos disyuntivas van con ella.

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