'The last of us', un capítulo para la historia: «Nunca tuve miedo antes de que aparecieras»

El tercer episodio de la serie de HBO Max es celebrado en todo el mundo, aunque también tiene sus detractores

La historia de 'The Last of Us', del videojuego a la pantalla

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Nick Offerman y Murray Barlett, en el tercer capítulo de 'The last of us' HBO Max
Federico Marín Bellón

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Son zombis, pero no son zombis y discutir sobre su naturaleza no conduce a nada. Lo que importa de 'The last of us' es que en solo tres jornadas nos ha llevado a nuevos lugares, tan viejos en realidad, veinte años después del supuesto colapso de la civilización que conocemos. El último episodio también ha decepcionado a una legión de seguidores, no necesariamente homófobos, que esperaban una más de supervivencia al límite, que no imaginaban el desvío emocional y narrativo que toma el tercer capítulo, desde ya uno de los más grandes de la historia de la televisión.

La serie de HBO Max ha puesto el dedo en el ojo y el ojo en lo que importa de nuestra especie, sin ponerse cursi: el amor por encima de la vida, el placer de compartir, muy superior al de poseer, y el temor verdadero. «Nunca tuve miedo antes de que aparecieras», confiesa entre fresas el personaje que interpreta Nick Offerman , que parecía un prototipo de fanático con búnker y que se destapa como una persona de sensibilidad exquisita y gustos refinados, un hombre evolucionado, un ser vulnerable que encuentra un tesoro en un hoyo, alguien con el don de la ternura que le promete «empezar por las cosas fáciles».

Horas antes del estreno mundial del tercer capítulo, HBO Max anunciaba la renovación por una segunda temporada de la historia de Craig Mazin , un tipo con el cielo ganado desde 'Chernobyl', y Neil Druckmann , creador del videojuego en el que se inspira la serie más comentada del momento.

'The last of us' es una producción atípica. El primer capítulo duraba hora y veinte y el tercero es una rareza sin mosca, con la misma capacidad de dividir al personal que el famoso episodio de 'Breaking Bad', pero con más sentido dentro de un todo. El capítulo titulado 'Long, long time', cita musical explícita por la canción de Linda Ronstadt –en Spotify tienen medido el boom repentino–, es una historia de amor maduro que saca al espectador de la trama principal sin perderlo. Al contrario, a muchos los ganará para siempre.

Esta vez sus dos protagonistas no son Pedro Pascal y Bella Ramsey , que pasan por allí como enlace con la trama principal, que olvidamos por un día, aunque se dan pistas esenciales para seguirla. Tampoco es Anna Torv , a la que nos alegramos de volver a ver. Las estrellas del episodio son el estadounidense Nick Offerman ('Devs', 'Pam & Tommy'), actor de ojos mesiánicos, y el australiano Murray Barlett , el fantástico director de hotel de la primera temporada de 'The White Lotus' , también presente en la divertida 'Bienvenidos a Chippendales' (Disney+).

Offeman y Barlett se guisan y se comen un guion primoroso, que recuerda más al arranque insuperable de 'Up' que al salvaje enamoramiento rugoso de 'Brokeback mountain'. Mike Flanagan , renovador del cine de terror gracias a 'La maldición de Hill House' y otras pequeñas joyas, se quedó tan impresionado como la mayoría y se suma a quienes piensan que es «uno de los mejores episodios de televisión» que ha visto nunca.

Menos entusiasta, Stephen King aludía a un detalle que no termina de creerse: «¿De verdad me quieres decir que están a 16 kilómetros al Oeste de Boston?». «Me gustó. Solo comentaba», añade cuando alguien le recrimina que se quedara con eso.

Osadía narrativa

Que una serie de infectados y supervivencia se detenga durante una hora para olvidarse de su distopía troncal para contarnos la relación entre dos personajes que no conocíamos y que no volveremos a ver es una osadía y un atentado contra la lógica narrativa. Si funciona es porque toca varias fibras esenciales y porque lo hace con una calidad del todo inusual, capaz de arraigar en el corazón del espectador más despiadado.

La música de Linda Rondstadt y de Max Ritcher pone la guinda a un capítulo que nos llega porque estamos aquí para admirar la inteligencia y la bondad, la belleza y el amor, en cualquiera de sus formas. El resto ya lo conocemos, mugre y decepción, un mundo sin rumbo que se desmorona y donde lo bueno es la excepción. Los infectados siempre son más, pero es imposible exterminar del todo la esperanza. La vida siempre se abre paso.

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