Oscar 2020

«Parásitos» clava una estaca en el corazón de Hollywood ante Scorsese, Tarantino y el Joker

Ninguna de las nominadas al Oscar a mejor película es tan radical, perturbadora, bien trabajada, ni encierra la sustancia del cine de su director, todo al tiempo, como el filme de Bong Joon-ho

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Oti Rodríguez Marchante

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Un director casi desconocido allí (y aquí), Bong Joon-ho , ha ganado el Oscar a la mejor película , al mejor director, al mejor guion original y también a la mejor película internacional…, y lo ha hecho, además, en un año en el que competían por ellos algunos de los más grandes directores del mundo y con sus mejores películas. Allí se ha situado Bong Joon-ho, por encima de Scorsese y su obra maestra «El irlandés» , por delante de Quentin Tarantino y su milagrosa «Érase una vez en… Hollywood», antes que Sam Mendes y su insuperable propuesta en «1917», tapando a la lucidísima y terrible «Joker» de Todd Phillips, o incluso llevándose por delante la lógica aspiración de un Pedro Almodóvar abierto en canal en «Dolor y gloria» .

Para ser justos con la bulimia de estatuillas de Bong Joon-ho hay, primero, que olvidarse de que ha borrado a estos gigantes del cine y a sus excelentes obras, que para muchos serán aún mejores y más armadas para sostener esos Oscar y una idea de un Cine con traje de gala y trascendental. Ninguna película este año es más radical que «Joker», pero ninguna es más perturbadora ni está mejor trabajada que «1917», pero ninguna contiene la almendra de una filmografía imbatible como «El irlandés» … Pero…, ninguna es tan radical, perturbadora, bien trabajada, ni encierra la sustancia del cine de su director, todo al tiempo, como «Parásitos» . Y si somos justos con Bong Joon-ho al superar el olvido de los que no han ganado, aún lo seremos más si conocemos el cine anterior de este director coreano, si hemos visto películas suyas como « Crónica de un asesino en serie», «Madre» o «The host» , en las que reúne tal cantidad de angustia, malicia, delirio y causticidad que saltan como maíz en la sartén todas las sorprendentes cualidades de «Parásitos» y la deformación y subversión de sus personajes y la fábula que nos cuentan.

No se puede saber por qué los académicos de Hollywood han quedado presos de esta película , pero puede uno sospechar que el ingenio, la masilla ética , el choque social, el tono caricaturesco y ese mensaje tan lleno de intención de invadir y venir para quedarse les ha vaciado por completo la nevera, les ha dejado inermes, descolocados, sorprendidos y fascinados con lo que acaban de ver. Los personajes inquietantes, atractivos, llenos de fatalidad y de furia amable que pueblan la pantalla no estaban registrados en su realidad o normalidad, ni siquiera en su versión deformada.

La construcción de los personajes de esa familia «invasora», la mezcla de humor, vitriolo e intriga en cada paso del argumento, el uso y hasta el abuso de los espacios interiores (ese universo del interior de la casa, tan propicio y metafórico para el «arriba» y el «abajo» y otras cuestiones de clase)… La sutileza con la que este director expresa y deshoja la naturaleza , la condición (el jaez) de los estratos sociales es tan ladina como incorrecta, de tal modo que los olores, es decir, a lo que huelen los personajes de clase social más baja tiene un impacto brutal pero también «gracioso» en las explosiones de la trama. No hay defensa contra esas maldades de guion, contra esos golpes de crueldad, incluso perfuma con ellos la intriga y la risa (¿impropia, culpable?) de la historia .

Y si todo esto marea y desarma la nariz de un académico o de un espectador, la puesta en escena de Bong Joon-ho le abrillanta los ojos, y le invita a ver escenas y momentos insólitos, como los de la inundación y la red de cableado eléctrico, los de los ambientes de casa pobre, la mezcla desacostumbrada de parodia y brutalidad De ninguna de las películas de Bong Joon-ho uno se repone fácilmente (tras ver, por ejemplo, «Madre», es casi obligada la visita al psiquiatra), pero de «Parásitos», de su finura simbólica, de la falta de peldaños sólidos, cómodos y previsibles en los que ir poniendo los pies, de su escozor y de su brillantez, no hay más modo de reponerse que votándola si eres académico.

Nada de todo esto nos responde, en realidad, al misterio de tanto Oscar y tan principal . Si los hubiera ganado Scorsese, o Tarantino, o Sam Mendes, o Todd Phillips, no habría misterio ; sería una obviedad: porque se los merecen. Y aunque el verbo merecer también sirva para Bong Joon-ho y su película, creo que son más apropiados succionar, abducir, aspirar. Suyos son. Lo único raro es que días antes se «filtraran» como rumor.

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