La verdad incómoda de ‘Fast & Furious’: los culos y los coches aún reinan en Hollywood

La gran apuesta de la industria americana (sí, la de los premios Oscar) para reenganchar a la gente a la gran pantalla es la novena entrega de ‘Fast & Furious’, que es al cine lo que la Ruta del Bakalao es a la música

Bruno Pardo Porto

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Lo mejor de la realidad es que se impone, como el dinero. Por eso Hollywood no ha depositado sus esperanzas taquilleras postcovid en una bonita película inclusiva y didáctica, ni en una cinta de denuncia social, antirracista y antifascista, ni en una obra exótica con sello de autor. No. La gran apuesta de la industria americana (sí, la de los premios Oscar) para reenganchar a la gente a la gran pantalla es la novena entrega de ‘Fast & Furious’, que es al cine lo que la Ruta del Bakalao es a la música. Los directivos sí saben lo que se hacen.

Para que nos entendamos: es como si el futuro del periodismo pasara por Forocoches .

Hay muchas formas de resumir esta saga, la más grande de Universal y una de las más rentables de todos los tiempos. Podríamos decir, por ejemplo, que son historias de coches y cuerpos, de llantas y culos , pero eso sería faltar a la verdad, porque también hay carreras, robos y hasta conflictos humanos: una amistad que corre peligro por el trabajo, una relación a punto de romperse por la mentira… Puro Shakespeare en el siglo XXI.

Ahí va una línea de Dominic Toretto, el personaje interpretado por Vin Diesel , un empotrador nato con arrebatos de Paulo Coehlo : «No importa si ganas por un kilómetro o por un milímetro, ganar es ganar». Y otra más: «Vivo mi vida de medio kilómetro en medio kilómetro, nada más importa». Es genial: a veces habla como si tuviera que tatuarse su última frase, igual que los poetas de Instagram.

‘Fast & Furious’, que nos perdemos, empezó hace ahora veinte años con una cinta de presupuesto moderado (treinta y ocho millones de dólares no son nada) que no tenía más ambición que la de mostrar unos cuantos vehículos tuneados y explicar al mundo que con un poco de habilidad se podía convertir cualquier chatarra en un Ferrari, o casi: era una versión del tú también puedes hacerlo si te esfuerzas lo suficiente pero dirigida a los coches corrientes, un colectivo invisibilizado hasta entonces por el séptimo arte. Luego, los protagonistas (los coches, claro) competían en carreras ilegales, pero con azafatas como las de la Fórmula 1. En ocasiones, incluso, alguna mujer hablaba.

Todos los cuerpos estaban esculpidos por el sol, por el gimnasio o por el cirujano plástico, porque la filosofía ‘tuning’ también funciona con las personas. Lo escribió Valéry : «Lo más profundo es la piel». Como para no hacerle caso.

Con el paso de las películas los personajes descubrieron que era más divertido jugar en el lado de los buenos, y se convirtieron en una suerte de escuadrón especial del Gobierno para cazar malos malísimos a la altura de los de James Bond . Pasaron de piratas a corsarios, pero sin perder su esencia: tanto daba correr entre ellos, que escapar de la policía o que perseguir a un criminal. Lo importante es la persecución , una verdad atávica que nos reconcilia con nuestro pasado cazador. Aún creemos en los mamuts.

El gran giro de la saga no fue, por tanto, cambiarse de bando, sino dejar de tomarse en serio y empezar a rizar el rizo hasta el extremo. Así empezamos a ver coches lanzados desde helicópteros o saltando de rascacielos en rascacielos en Abu Dabi , porque la gravedad sí es una convención social opresora que hay que derribar. La historia, postuló Marx , ocurre dos veces, primero como tragedia y después como farsa. En el cine, si tiras de parodia, puedes repetirte todo lo que quieras.

En un momento dado, los productores decidieron fichar a Dwayne ‘La Roca’ Johnson , un luchador profesional reconvertido a intérprete con una trayectoria llena de hitos. En 2016 fue el actor mejor pagado del mundo y la revista 'Time' lo nombró una de las cien personas más influyentes del planeta. Un año antes, otra revista, 'Muscle & Fitness', lo coronó como el 'Hombre del siglo'. A él le debemos la mejor escena de 'Fast & Furious', en la séptima parte. Su personaje está en el hospital después de un grave accidente, aburridísimo de tanta cama. De pronto, la situación lo requiere en el combate, así que se levanta, se mira su brazo maltrecho, aprieta el bíceps y revienta la escayola que le oprimía . Tal vez este sea el resumen más exacto de esa saga.

Por cierto: esta fue la entrega más taquillera de todas , y la novena de la historia del cine, si no le hacemos caso a la inflación. ¿Casualidad?

‘Fast & Furious 9’, que se estrena mañana, tiene la siguiente sinopsis: Dominic Toretto lleva una vida tranquila con Letty y su hijo, el pequeño Brian, pero saben que el peligro siempre acecha; esta vez, esa amenaza obligará al bueno de Dom a enfrentarse a los pecados de su pasado si quiere salvar a quienes más quiere. Al final, quién lo iba a decir, la saga pasa por ser un alegato de la familia tradicional , del sueño americano: luchar contra lo que haga falta para poder gozar de un rancho rodeado de mujer e hijos.

Tiene gracia, porque la película española que más fortuna ha hecho durante la pandemia ha sido ‘Padre no hay más que uno 2: La llegada de la suegra’, de Santiago Segura , que cuenta básicamente la misma historia, pero con diferentes elementos. Pues eso: en un mundo hipócrita hasta la médula, no tanto biempensante como ‘biemposante’, el dinero todavía dice la verdad. No somos tan modernos.

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