Oti Rodríguez Marchante

Olivia de Havilland, la actriz fuerte detrás de su carita de ángel

Tras su muerte, los que vayan llegando ocuparán dependencias traseras del Olimpo del nuevo Hollywood

Con la muerte de Olivia de Havilland se cierra por fin la puerta del Olimpo del viejo Hollywood , esa que hubiera querido cerrar Kirk Douglas , pero que la niña Havilland se lo impidió con la misma tozudez con la que se interpuso entre Escarlata O’Hara y el pelmazo de Ashley. En realidad, ambos honores son bien dudosos, pues ser la última en entrar (a partir de ella, los que vayan llegando ocuparán dependencias traseras del Olimpo del nuevo Hollywood, que dónde va a parar) o quedarse con ese melifluo Ashley que interpretaba el traslúcido Leslie Howard son asuntos circunstanciales de su vida y su obra.

Su vida empezó en Japón (allí nació) y su obra no terminó en “Lo que el viento se llevó” , donde, además de levantar con todos sus pliegues ese personaje llamado Melania Hamilton , vio cómo le levantaban a ella el Oscar a la mejor actriz secundaria, que se lo dieron a la “mami” de esa película, Hattie McDaniel, decisión que ahora se verá no solo justa sino también apropiada y reivindicativa, pero que es una más de las muchas tontinás que han hecho la Academia y los académicos… ¿O es que alguien que no sea un bobo contemporáneo puede comparar la profundidad y complejidad que le da a Melania todo ese talento de solapa que tenía Olivia de Havilland con el simpático y exótico de Hattie McDaniel ?

En fin, que se quedó sin Oscar y con el latoso Ashley, y para colmo eso le permitió a su odiada hermana ganar la estatuilla de la Academia antes que ella: Joan Fontaine se la llevó en 1941 por “Sospecha”, y también se la quitó un poco, pues ella estaba “nominada” ese año por la maravillosa “Si no amaneciera”, de Mitchell Leisen. Tardó cinco años Olivia de Havilland en empatar a Oscar con su hermana, y lo hizo con uno de esos personajes que chorreaban dulzor y melodrama en “La vida íntima de Julia Norris” , también de Leisen, y luego la batió por completo con un segundo Oscar, por “La heredera” , la versión de William Wyler de “Washington Square” de Henry James , y con un personaje que tenía el sello a sangre y fuego de Bette Davis

En su comparación con Bette Davis es donde se aprecia todo el torrente interpretativo de Olivia de Havilland , en la manera de ser la una portada y la otra contraportada de un mismo personaje, la capacidad de malicia por fuera y esponjosidad por dentro de Davis y esa carita de buena pero “agárrala” de Havilland. Ambas, por cierto, lo bordaron juntas y muy revueltas en “Canción de cuna para un cadáver”, de Robert Aldrich .

El único que supo mantener a raya la cremosidad de Olivia de Havilland fue Errol Flyn , que la llevó de compañía en sus muchas aventuras dentro del cine de Michael Curtiz, desde “El capitán Blood”, a “La carga de la Brigada Ligera” o “Robin de los bosques” , y el espadachín del bigotillo confesó en alguna ocasión que sí, que mucha carita de ángel, pero que no consiguió con ella más que una buena colección de “noes”. Ahí las del #MeToo tienen poco que rascar. Se casaron en 1941, en realidad se casaron sus personajes de Custer y Beth en “Murieron con las botas puestas” , de Raoul Walsh, la última que hicieron juntos. Y qué bien le sentaba a ella y a su físico ese papel lustroso mientras sonaba la música de Max Steiner .

Y, en fin, ya que está cerrada la puerta grande del Olimpo y ella tiene la llave, es cuestión de tiempo que empiecen a aparecer por allí butroneros, cerrajeros y descuideros a buscar aposento.

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