Martin McDonagh: «Hay un mito sobre el artista como alma torturada»

El director tiene un don para convertir en drama el humor descarnado. Lo hace en ‘Almas en pena de Inisherin’, el duelo entre Farrell y Gleeson por una amistad rota

Colin Farrell y Brendan Gleeson en 'Almas en pena de Inisherin'
Lucía M. Cabanelas

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Las cosas intangibles mueven el mundo cada día. Encienden las luces, ponen las calles, dan cuerda a los relojes. También a las personas. No son ni sus piernas ni las ruedas de un coche los que hacen que se pongan en marcha, sino lo que no se ve y se siente, el amor, el dolor… y los porqués. Esa necesidad vital de conocer el misterio por el que sucede lo que sucede, de consolarse en la explicación, por dura que sea. Por eso no hay nada más cruel, o casi, que arrebatarle a alguien la oportunidad de saber. Apagar el fuego de Prometeo de un violento soplido.

Sucede con la muerte, que siempre llega pronto y sin pedir permiso, dejando miles de conversaciones para siempre en el tintero, pero también con la ruptura, un fallecimiento en vida. Así la sufre Pádraic, el personaje al que interpreta Colin Farrell en ‘Almas en pena de Inisherin’ , cuando, de la nada, se queda sin su mejor amigo. Sin motivo, sin explicación, el Colm de Brendan Gleeson desaparece de su vida, aunque sigue en la misma isla. Le priva de las cervezas de antes en el pub de siempre, le cierra la puerta de su casa, lo cambia por otros; rompe con él, aunque no fueran más que amigos. «Quería capturar la tristeza de cualquier ruptura. La tristeza de que te dejen, pero también la de saber que tienes que dejar a alguien. No hay nada romántico, ni engaños, ni sexo. Solo la sencillez de una amistad que se va. Y la tristeza», admite el director Martin McDonagh . Todo duelo, inevitablemente, es triste. Y no hace falta morir para sufrirlo.

La ruptura entre Farrell y Gleeson es doblemente cruel porque uno de ellos no se la espera y, sobre todo, porque el olvido no es una opción: tienen que seguir viéndose, prisioneros de las rutinas de un espacio geográfico pequeño y de costumbres, rodeados de agua para evitar la huida. «Estar en una isla da una dimensión añadida a la historia: aunque hayan roto, no pueden escapar el uno del otro, tienen que verse», admite McDonagh, experto en derramar sal en la herida no con lo que se dice sino con lo que subyace, que es mucho en esta comedia negra.

En realidad sí hay una razón para la separación, aunque cueste tiempo, sangre y algún dedo de la mano averiguarlo. Y es una respuesta simple, tanto que la hace, de algún modo, más intrincada. El viejo Colm se aburre con Pádraic. Antes que pasar con él un segundo del tiempo que le resta de vida, prefiere tocar el violín. O ver la pared. Cualquier cosa, pero sin él. Colm es un artista y tan decente que está dispuesto a cumplir su palabra aunque eso le cueste renunciar a su amistad con Pádraic. Prefiere tocar el violín, pero, por cumplir su palabra, está dispuesto a perder su mejor instrumento, su mano. «Hay un mito sobre el artista como alma torturada, no creo que sea necesario para el buen arte», afirma el McDonagh, que ya dirigió a Brendan Gleeson y Colin Farrell en ‘Escondidos en Brujas’ , cuyo guion también fue candidato a la estatuilla dorada.

Gleeson se escuda en que con la bondad no basta, que dura para siempre, pero sí lo hacen la música, el arte, la poesía. «¿Sabes a quién recordamos por lo buena persona que era en el siglo XVII? Absolutamente a nadie. Pero todos recordamos la música de la época. Todo el mundo, hasta el último hombre, conoce el nombre de Mozart», le dice. La respuesta de Pádraic, por su sencillez, desarma: «Mamá era buena y la recuerdo. Y papá era bueno y lo recuerdo. Y mi hermana, ella es buena. Y la recordaré. Siempre la recordaré». Intachable. «¿Qué debería prevalecer? ¿La bondad o el legado artístico? Ajá, esa es la pregunta de la película, supongo. No creo que tenga una respuesta, pero considero que tenía que mostrar que ambas partes son ciertas. No tiene que ser una u otra: la decencia y la humanidad deberían formar parte de toda la cuestión artística», explica el director del filme, nominado a nueve Oscar, en una entrevista con ABC.

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