Gerard Butler: «¿Qué voy a ser al final de mi vida? ¿Una simple lista de películas?»

El actor escocés protagoniza junto a la brasileña Morena Baccarin el largometraje apocalíptico y de acción «Greenland: el último refugio»

Gerard Butler (derecha) y Roger Dale Floyd (izquierda), en «Greenland: El último refugio» IMDb
Óscar Rus

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Gerard Butler (Paisley, Reino Unido, 1969), cuando la OMS calificó oficialmente de pandemia el coronavirus, estaba en Esparta (Grecia), adonde había viajado para recibir las llaves de la ciudad y portar la antorcha olímpica ; su interpretación como Rey Leónidas en «300» (2006) fue su pasaporte… «Era la primera vez, en cincuenta años, que se corría con la antorcha olímpica por Esparta y nunca había estado allí, así que todo cuadró», cuenta el intérprete a ABC mediante videollamada desde Los Ángeles (Estados Unidos), en plena promoción de «Greenland: el último refugio» , cinta que protagoniza junto a Morena Baccarin (Río de Janeiro, Brasil, 1979) como un matrimonio malaventurado con hijo y casoplón, cuya riña es peccata minuta por culpa de (o gracias a) un asteroide que exterminará la humanidad. Su título, ampliado en castellano, más que una aclaración, es un destripe.

Butler, a punto de cumplir 51 años y hecho un hombretón de acción (la saga «Objetivo», cuya última parte rodó recién operado ), no se resistió a la idea de que viviera tal oportunidad aquel niño de Escocia que se había criado en una vivienda pública. «Lo cancelaron al día siguiente de la noche que corrí, así que tengo el dudoso honor de ser la única y última persona en portarla. El gobierno, ya por entonces, no quería multitudes y miles de personas salieron a la calle a verme correr y recibir las llaves de Esparta. ¡Así que asumo la culpa de que cancelaran los Juegos Olímpicos!», bromea un Butler conocido por saberse de pe a pa la promoción.

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Gerard Butler

Gerard Butler

Pero al no poder volar a Estados Unidos («América», para él) desde Europa , marchó a Turquía para ir a Los Ángeles, donde aguantó «largas filas en el aeropuerto, siendo consciente de que había una pandemia, rodeado de miles de personas...». Los primeros días de confinamiento se le hicieron cuesta arriba (cero alcohol, del que ya se había quitado ), pero el escocés, muy crítico con el constante tremendismo de los medios de comunicación, decidió (o sea, podía) ver el lado bueno de las cosas. «Aprendimos a no estar pendientes de nuestra vida de oficina, de nuestros móviles… Las cosas que habíamos dado por hecho… Nos dimos cuenta de que íbamos sonámbulos por la vida y, cuando esto pasó, hizo que nos paráramos y pensáramos de qué va la vida. A mí me encanta mi trabajo, pero incluso a mí me hizo pensar qué queda por hacer… Quizás hemos estado trabajando demasiado todos», reflexiona. «Pensé "¿Qué voy a ser al final de mi vida? ¿Una simple lista de IMDb [ base de datos ]? "Uy, me gustó esa película"». Butler, contaron las malas lenguas en agosto , habría roto con su novia Morgan Brown tras seis años y medio de relación... con sus idas y venidas .

Comparaciones

Él y Baccarin, desde Nueva York , coinciden en que «Greenland» (Groenlandia), aunque rodada en 2019, podría ser, si uno se pone exquisito, una parábola de nuestros días al mostrar lo mejor y lo peor (y el vasto entremedias) de la sociedad en situaciones de emergencia. ¿Está el cuerpo para ver una película de catástrofes? «Sé que apetece porque la he visto con público antes y desde la pandemia; la experiencia catártica, la empatía, el entendimiento de lo que está ocurriendo… Antes podía parecer lejano porque es una realidad tan disparatada, pero ahora la gente está más [involucrada] en la película porque se dan cuenta de que eso no se aleja tanto de donde estamos», defiende a capa y espada Butler, que luce en pantalla un creíble «moreno obrero» (su personaje es un constructor de rascacielos, perfecto candidato para la nueva normalidad de la ficción).

«Afortunada y desgraciadamente es algo que recordaremos el resto de nuestras vidas; la película resonará porque sus temas corresponden bastante con lo que hemos estado viviendo: no saber qué está ocurriendo, no tener información, la desesperación por que tu familia esté bien...», amplía Baccarin, satisfecha con no haber hecho de «sexy científica» o una mujer que espera a su marido en casa. Ella espera que el filme aporte -ojo, destripe dulzón- «esperanza». Pero esto sigue siendo evasión-ficción, recuerda su compañero: «Un cometa impactando la atmósfera no va a pasar. Puedes salir [del cine] pensando "Vivo ahora mismo en una realidad jodida, pero no tanto como la de esta película; al menos el 90% de la humanidad no se ha extinguido"».

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