Crítica de 'Vigilados': Cuando el terror es tranquilizador
«Es interesante cómo se introducen conflictos personales, emocionales, sexuales y raciales que producen malestar»
Qué gran arrancada argumental para acomodarse en la butaca: dos parejas con su intríngulis, un fin de semana de escapada, una casa de película frente al océano, un casero que la alquila más sospechoso que una hamburguesa de carne sintética y el descubrimiento de una cámara diminuta disimulada en la ducha… El director, Dave Franco , debuta con esta intriga que se intuye romántica, sexual, y que tuerce hacia el terror sin excesiva originalidad pero, en fin, de lomo entretenido. Es interesante cómo se introducen conflictos personales, emocionales, sexuales y raciales que producen malestar (¡la que se va a armar!) por el tratamiento de los personajes y sus vínculos, y el hermano menor de James Franco trabaja los espacios y la cámara para que, poco a poco, uno intuya una inminente explosión. Lo curioso está en que el cambio de género, del “porridge” pasional al terror mal justificado, “tranquiliza” al espectador: aparece la amenaza y la cuchillería y uno posa los pies en terreno conocido, ya sin tragedia pura ni dilemas morales a lo Shakespeare o Kieslowski… La comodidad del tarado y el corre, corre, que te doy con el hacha.
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