Crítica de 'Tros' (Tierras): Despoblación, paisaje y paisanaje
El director capta de modo sobresaliente es la atmósfera, el paisaje y el paisanaje de ese pequeño pueblo, Alcastrer, con una fotografía reseñable de Gina Ferrer que traspasa a la pantalla lo gélido, lo oscuro y lo sórdido del relato
La primera película de Pau Calpe es una fábula ambiciosa, al menos por la cantidad de asuntos que se ventilan en ella. Ocurre en un pequeño pueblo que podría ser el arquetipo de eso que se llama la España vaciada y se surte de varios conflictos sociales afectados por esa despoblación, desde la amenaza inmigrante hasta la defensa del territorio y hacienda de un modo visceral y patrullero por los campesinos ya hartos de robos y ocupaciones.
Aunque el primer plano del conflicto lo ocupa la relación entre un padre, obseso defensor de su tierra, y su hijo que se debate entre la huida de allí y los malos negocios con traficantes. Roger Casamajor y Pep Cruz le ponen cara y sentimiento a los protagonistas, que cargan sus culpas y la irracionalidad de sus actos siempre en contacto con la inminente tragedia.
Ficha completa
La base argumental es de la novela de Rafael Vallbona , con guion de Marta Grau , y lo que captura el director de modo sobresaliente es la atmósfera, el paisaje y el paisanaje de ese pequeño pueblo, Alcastrer, con una fotografía reseñable de Gina Ferrer que traspasa a la pantalla lo gélido, lo oscuro y lo sórdido del relato. Es una película que se defiende, a pesar de su escaso presupuesto, con un armamento digno en lo técnico y esforzado en lo artístico, y que habla en corto y rústico de materias familiares y sociales de alto calado.
