Crítica de 'Por los pelos': Sobre la calvicie y otras pérdidas en la sesera

El filme ofrece un retrato muy caricaturizado del individuo, la pareja, las relaciones sociales, laborales y sexuales

Oti Rodríguez Marchante

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Tal vez no se pueda considerar estilo al modo con que Nacho G. Velilla acomete sus películas y series, pero sí al menos sello o marca. Hace un tipo de comedia eficaz, o sea, ‘de risa’ (aunque parezca una broma, hay quienes prefieren la comedia ‘seria’), con un humor abierto, con ventanas a la calle y que no se preocupa por su grosor ni su impertinencia o incorrección. Hay líneas de diálogo, bromas, en esta y otras películas suyas que, según a qué ministra, pueden saltársele los empastes de la boca. En el fondo, hay que ser muy maduro intelectualmente y tener mucho mundo, gran inteligencia y buen sentido del humor para no berrear consignas y sacar pancartas de protesta ante algunos personajes y su palabra y obra (Recuerden, si no, a aquel increíblemente gracioso y audaz Mauricio Colmenero que interpretaba el genial Mariano Peña en la serie ‘Aída’, y cuyo ‘ideario’ le hubiera apestado a una mofeta).

El artilugio argumental de 'Por los pelos' no da para grandes reflexiones (apenas si para pequeñas), pues trata sobre un problema que actualmente no tiene casi importancia y dentro de cien años, ninguna: la calvicie . Tres personajes muy masculinos y muy afectados socialmente por su escasez de pelo en la cabeza deciden, o les deciden, que tienen que ir a Turquía en uno de esos tours de implantes para restablecer su cabellera o su ego . En fin… Velilla ofrece un retrato muy caricaturizado del individuo, la pareja, las relaciones sociales, laborales y sexuales, además de raspar en los clichés de la familia, los peluquines, el reguetón y los viajes ‘medicinales’ concertados y ‘low cost’.

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Por los pelos

Por los pelos

Todos los actores están ahí para hacer gracia con sus desgracias , el trío mondo, Librado, Pagudo y Aguilera, y su entorno y situaciones familiares. Una gracia asilvestrada, a veces cogida precisamente por los pelos, y sin el menor miedo al exceso, que es el sello, la marca o el estilo de Velilla, con el que es igual de fácil reírse mucho que nada.

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