Crítica de 'París, Distrito 13': La juventud, el amor, el sexo y el lo pensaré mañana

Ese talento en el escuchar y mirar de Jacques Audiard encuentra la frescura de sus jóvenes actores, que hacen creíble ese amasijo emocional en su modo de relacionarse, pues a veces son amantes, otras solo, o también, amigos

Fotograma de 'París, Distrito 13'
Oti Rodríguez Marchante

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Jacques Audiard es un director veterano pero que no ha perdido el oído y que conserva el prestigio de saber escuchar. Sus últimas películas le han dado, además de premios (entre ellos, la Palma de Oro de Cannes, con 'Dheepan'), una anchura y seriedad de mirada muy diversa, desde aquel magnífico 'Un profeta' a la pasional 'De óxido y hueso' o el wéstern personalísimo 'Los hermanos Sisters'. Ahora pone la vista y el oído en la juventud y en su catálogo de códigos nuevos sobre lo cromático de las relaciones, el amor y el sexo … Cromático en el fondo, pero con un blanco y negro sugerente en la forma.

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París, distrito 13

París, distrito 13

La elección de los personajes, tres en el centro del foco, es una declaración de intenciones, un joven de raza negra, y dos chicas, una asiática y otra de provincias que deambulan por ese barrio de París que le da título (el original es 'Les Olympiades'). El guion es muy descriptivo con el carácter de los personajes y muy suelto en los vaivenes de la trama; ha colaborado con Audiard para su construcción Céline Sciamma (tal vez la recuerden como directora de 'Retrato de una mujer en llamas') . Y esa trama, en realidad, es el cruce sentimental y los vaivenes económicos y psicológicos de esos personajes que comparten apartamento, deseos, frustraciones y esos conceptos tan nuevos, o casi, entre el compromiso y lo sexual.

Ese talento en el escuchar y mirar de Jacques Audiard encuentra la frescura de sus jóvenes actores, que hacen creíble ese amasijo emocional en su modo de relacionarse, pues a veces son amantes, otras solo, o también, amigos, y en todo caso seres humanos que hablan el mismo idioma entre ellos, y que ocupan un espacio de difícil acceso para lo que llega y sobrevive del lejano siglo XX. Actores debutantes, Lucie Zhang, Makita Samba, Noémie Merlant o Jhenny Beth , que interpretan lo cotidiano de esa generación contrariada aunque aún no controlen ni detecten el auténtico motivo de su frustración, que ya les llegará.

El director asume varios riesgos, aunque el más notorio sea el de la naturalidad con la que su cámara asiste a los diversos encuentros sexuales, pero también la sonoridad algo pretenciosa de sus honduras psicológicas, lo que produce la sensación de más pausa que ritmo, y de más capricho que reflexión en el comportamiento de los protagonistas. Otra impresión es que, aunque es coyuntural, se comporta como eterna.

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