Crítica de 'First Cow': La hierba también crece en el wéstern
«Se pueden sacar variadas conclusiones de 'First Cow', sea sobre los resortes del capitalismo, sobre la bonhomía en un mundo hostil, sobre la amistad o sobre la visión de futuro»
Casi nada en esta película de la guionista y directora Kelly Reichardt es fácil, pues, como otros títulos suyos, envuelve la almendra en una narrativa prolija y reposada, generosa en el detalle y algo roñosa en el ritmo. No se le puede negar ni sensibilidad ni originalidad, pues aborda una historia en territorio wéstern con dos personajes de su trastienda, un cocinero contratado por unos cazadores y un chino avispado y emprendedor. En el prólogo de la película, en época actual, aparecen un par de esqueletos al borde de un río (lo cual le permite a Reichardt una panorámica eterna sobre un trasbordador que avanza lentamente), y después nos vamos unos doscientos años atrás para conocer las vidas que sujetaron esos esqueletos… Del efecto, a la causa.
Esa primera vaca del título aparece, como elemento provocador de la trama, a la hora de película, cuando ya conocemos la personalidad del cocinero, su amistad con el chino y sus planes de futuro. Podría decirse que es la vaca y sus servicios lácteos quienes remueven con una suave brisilla las ramas de la intriga de esta obra siempre hermosa, en ocasiones sugerente y a ratos aburrida, y como en otro wéstern anterior suyo, 'Meek’s Cutoff', hay más en él de Rohmer que de Ford.
Ficha completa
Se pueden sacar variadas conclusiones de 'First Cow', sea sobre los resortes del capitalismo, sobre la bonhomía en un mundo hostil, sobre la amistad o sobre la visión de futuro, y desde luego la directora da tiempo de sobra para llegar a ellas.
