Crítica de 'Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan': Reliquia del punky a grifo abierto (pero no de agua)

«El documental está dirigido por Julien Temple y producido (pagado) por Johnny Depp, dos que conocen de lo que habla MacGowen como un cura a su parroquia»

Fotograma de 'Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan'
Oti Rodríguez Marchante

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Esta increíble película, que sorprenderá a cualquier persona por imaginativa que se tenga, es solo un sencillo documental a pie de personaje, Shane MacGowan , un tipo desquiciado de cerebro para abajo, anclado en una silla de ruedas, que habla con dificultad y al que nadie, nunca, vio sin una copa en la mano. Se trata del chavalote irlandés que fundó el grupo musical The Pogues , tan inenarrable y punky que dejaba a los diseñaditos Sex Pistols a la altura de unos burguesitos pijos. El documental, dirigido por Julien Temple y producido (pagado) por Johnny Depp , dos que conocen de lo que habla MacGowen como un cura a su parroquia, tiene la estructura de una larga e intensa entrevista, salpicada con imágenes de archivo, actuaciones e impresiones (políticas, sociales, vitales, estremecedoras) de este personaje demolido por el tiempo, la 'priva' y el consumo de todo tipo de sustancias terrícolas y espaciales que aguanta en la vida a pie quebrado y con una lucidez que produce estupor y también gracia infinita.

Shane Macgowan en la actualidad

A este lado de la pantalla, lo que queda es realmente verídico y conmovedor, con un aceptable y digestivo punto de depresión que el propio protagonista convierte en talento, chispa y vitalidad como si su extrema y radical vida cupiera en una línea de diálogo de Ben Hecht. Lo que cuenta de su infancia, de su familia, de su ser irlandés de 'paddy' que empezó a beber antes de cambiar los dientes de leche , de su caída en la música y su tentetieso entre el océano de alcohol y la selva de estupefacientes, tiene la virtud de divertir, la eficacia de emocionar y la metralla suficiente para ver la herida, el dolor y la poesía del vencido.

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