Belfast

Crítica de 'Belfast': La mirada de Kenneth Branagh a la calle de su infancia

Queda en la pantalla una agradable y bien repartida manita de felicidad que tapa lo otro, lo de abajo, la miseria y la violencia

Judi Dench, Jude Hill y Ciarán Hinds en 'Belfast'
Oti Rodríguez Marchante

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Uno de los tesoros más buscados por el cine es la mirada infantil, y que, cuando lo encuentra, poco más necesita una película para conquistar el corazón. La mirada de Enzo Staiola a su padre en 'Ladrón de bicicletas' ; la de Ana Torrent a los fríos adultos en 'El espíritu de la colmena' ; la de Roddy McDowall a su mundo emocional y minero en '¡Qué verde era mi valle!' ; la de los chiquillos de Harper Lee a Atticus Finch, a todo, en 'Matar un ruiseñor'…, la del niño Buddy (Jude Hill) en esta película de Kenneth Branagh, 'Belfast' , que encuentra la golosina de sus ojos para contar una historia de cambios, revueltas y nostalgias familiares en la Irlanda del Norte a finales de los años sesenta. Una mirada infantil que es forzosamente autobiográfica, la del niño Branagh que vivió en Belfast a la edad de su protagonista, Buddy.

Rodada en un matizado blanco y negro, el color de la añoranza, y en una calle-universo donde viven familiares, amigos, vecinos católicos y protestantes, y a la que llega con igual fuerza el drama, las limaduras de comedia, el sentimiento y esas lecciones de vida imprescindibles para que la infancia nunca deje de telegrafiar aromas dignos de guardar en la memoria. La precisión narrativa de Kenneth Branagh no se dirige a lo histórico e ideológico, sino a lo familiar y emocional; mantiene una perspectiva absolutamente infantil en el trato del conflicto religioso y político (los 'buenos' y 'malos' lo son a ojos del chiquillo) y un punto de vista sorprendentemente adulto para diluir ese conflicto en lo íntimo del recuerdo familiar.

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El director y guionista construye con cálculo unos personajes cargados de esos aromas que persisten, el padre honrado, sensato, que trabaja en Londres y vuelve los fines de semana a calibrar las tensiones y la oportunidad de llevarse o no a su familia de aquellos ambientes; la madre amantísima, coraje, ejemplar, luminosa. El actor Jamie Dornan (mejor indumentaria aquí que en '50 sombras de Grey') y la sorprendente actriz Caitriona Balfe hacen una mullida almohada para que repose en ella la cabeza del narrador; aunque esa sensación de acariciar con placer el pasado está aún más conseguida con los personajes de los abuelos, tierna y sabiamente interpretados por Judi Dench y Ciarán Hinds , un actor espléndido para un personaje que contiene todas esas palabras e ideas que la niñez blinda para siempre.

Es realmente conmovedora la relación del niño enamoradizo con su abuelo y las conversaciones entre ambos sobre ese primer amor escolar, como lo son también el diálogo de hospital y las continuas referencias cinéfilas, a películas de la infancia ('El hombre que mató a Liberty Valance' o 'Solo ante el peligro') que se ahorman a ojos del chiquillo en forma de duelo con la realidad que viven los adultos. La música en clave Morrison , los bailes, los sermones incendiarios sean en la Iglesia o en la trinchera, todo ello filtrado a la altura de la mirada de Buddy para que quede en la pantalla una agradable y bien repartida manita de felicidad que tapa lo otro, lo de abajo, la miseria y la violencia.

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