Crítica de 'Becky': Furia adolescente
«Desde las primeras escenas de acción y violencia, la rabia, la crueldad y el exceso componen una especie de saturnal que podría resultar indigesta de no ser porque está tan exagerada que toca por completo el terreno de lo 'humorístico'»
La historia se presenta, de salida, como un vistazo más a la adolescencia como lugar de conflictos, con una jovencita que tiene que pasar, obligada, unos días en una casa de campo junto a su padre (viudo) y la mujer y el niño que serán su nueva familia. Y cuando uno se resigna a que verá otra película portátil, de manual, el guion le pega una patada a la máquina de escribir y la convierte en máquina de picar. Becky, la protagonista, es un conglomerado del John McClane de 'La jungla de cristal' y el Macaulay Culkin de 'Solo en casa' , y tal cosa ocurre cuando aparece en la pantalla Kevin James, ese actor chistoso que interpreta aquí, con otro tipo de gracia, a un villano gordo, calvo y con el símbolo de las SS tatuado en la cocorota.
Los directores, Jonathan Milott y Cary Murnion, podrían haber encontrado un camino intermedio entre el drama familiar y un thriller de supervivencia extrema, pero no, pues desde las primeras escenas de acción y violencia, la rabia, la crueldad y el exceso componen una especie de saturnal que podría resultar indigesta de no ser porque está tan exagerada que toca por completo el terreno de lo 'humorístico'. Sin abandonar lo dramático, incluso lo trágico, la trama rezuma una ligereza y un humor negruzco y sangrante que la hacen especial. La joven actriz que interpreta a Becky, Lulu Wilson, hace su recorrido entre la apatía, el candor y lo salvaje y perverso sin necesidad de cambio de plano. Tiene madera y filo .
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Becky
