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Michelle & Obama (***): El joven Mr. Obama

La película elude como puede los riesgos del biopic y funciona como una comedia romántica

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La alusión a la obra maestra de John Ford no es un capricho: al igual que en «El joven Mr. Lincoln», aquí se recrea la juventud de un ilustre presidente norteamericano, buscando quizá encontrar las claves de su personalidad pública. La película se basa, con licencias artísticas confesas, en eventos documentados: es cierto que Michelle y Barack tuvieron una primera cita, que fueron al cine a ver «Haz lo que debas» de Spike Lee y que se besaron en un banco (que una placa lo conmemora). Y parece verosímil que Obama ya mostrara entonces su arte retórico, en el discurso en un acto de la comunidad negra y también -aunque esto pertenece al capítulo de licencias- cuando le explica el polémico final de la película de Lee a su jefe blanco de forma más conciliadora que sincera: eso es un político.

Pero el protagonismo real pertenece a Michelle, una Tika Sumpter más elegante, por poner el listón alto, que la Tippi Hedren de Hitchcock. A través de sus ojos vamos apreciando a un Barack que a veces parece un suave ligón seguro de sí mismo. Pero sobre todo en su inicial reticencia vemos a una mujer orgullosa de su trabajo y consciente de que lo suyo es más duro que lo de la mujer del César (que luego será…), al ser mujer, guapa y casi la única persona de color en un bufete de privilegiados blancos. Su envaramiento, frente a la sedosa tentación que le ofrece Barack, es el de alguien que necesita, como cantaba Aretha Franklin, respeto, esa palabra esencial para toda la comunidad negra… y que ahora vuelve a estar en riesgo (Tanne lo sugiere con elegancia a través de la secuencia final de Spike Lee). Por lo demás, la película elude como puede los riesgos hagiográficos del biopic y funciona como una comedia romántica con un final cantado…

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