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«Belleza Oculta» (**): Mucho cuento navideño

En la película no hay personajes, sino más bien grandes actores

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Hay alguna idea buena y de cierto calado en esta historia navideña, melodramática, con alguna pincelada de comedia y con esa mala uva sentimentaloide que tanto encanta a unos como molesta a otros. Lo de encontrar ese espacio de belleza colateral a la mayor de las desgracias da, desde luego, para una reflexión, pero el director, David Frankel, y su guionista, Allan Loeb, no están muy preocupados por poner a pensar a sus espectadores; se conforman con que lloren y moqueen en los momentos indicados.

En la película no hay personajes, sino más bien grandes actores: Will Smith es un alto ejecutivo que vive roto por la pérdida de su hija, y Edward Norton, Kate Winslet y Michael Peña, sus socios, necesitan su firma para vender la empresa que se resquebraja. En fin, la trama es una pura traca, aunque tiene el acierto de encontrar un hueco para que Helen Mirren borde tres o cuatro escenas de mucha profundidad casi filosófica sobre la vida y el teatro, sobre la muerte, el amor y lo relativo del tiempo (todo ello con mayúsculas). Casi todos los pasos que da el argumento se ven venir como si hubieran puesto carteles anunciadores, pero funcionan gracias precisamente a que son grandes actores y no buenos y sólidos personajes. Todo ocurre en un tono de fábula en el que lo real y lo mágico se engarzan con dulzor, y lo mejor que se puede decir de “Belleza oculta” es justo lo contrario, que no la oculta y que, a pesar de su evidente manipulación sentimental, pues uno se deja toquetear por ella agradablemente.

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