Crítica de «Soul»: Amor y música por la vida

La cinta es la primera película de la productora con un protagonista afroamericano

«Soul» de Pixar Disney+
Federico Marín Bellón

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Desde el principio, Pixar hizo una animación que aunaba calidad técnica, ideas originales y unos guiones que podía seguir un adulto con el mismo interés, quizá más, que una criatura por completar. Con el tiempo, esa sofisticación no ha ido a menos e incluso buena parte del público que no necesita alzador se ha ido quedando «bajito» ante la altura de los argumentos expuestos.

No se puede decir que «Soul» sea una película difícil, pero tampoco es la simple adaptación de un cuento. Sus historias, de hecho, son siempre originales, aunque no tanto como para no traducir el título. La opción de vender esta cinta como «Alma» no gustó por algún motivo, quizá también por un poco de pereza o esnobismo. Tampoco se podrá ver en los cines y, al igual que la reciente «Mulán» , será estrenada directamente en Disney+.

«Soul» es parte de la evolución de un sello único, un milagro del que, si uno se deja llevar, saldrá casi levitando. Con un esquema que recuerda comedias clásicas como «El cielo puede esperar» y sus derivados, nos presenta a un profesor de música –el primer protagonista negro de la marca– frustrado porque un «despiste» le impide disfrutar su gran momento de gloria, el mejor día de su vida. En la versión original, Jamie Foxx da vida al maestro, lo que tiene su gracia, porque el actor se hizo famoso y ganó un Oscar en el papel de Ray Charles .

En esa introducción ya se aprecia el detallismo de los dibujantes, la elegancia de sus trazos, dentro del clasicismo, y una banda sonora de categoría, a cargo de Trent Reznor, Jonathan Ba tiste y Atticus Ross . A partir del «suceso» –que el tráiler de la película no se preocupa en disimular, pero sería mejor no conocer–, comienza lo inesperado, dentro de un guion en el que nunca es fácil adivinar la siguiente nota, como en un concierto de jazz.

Con el carpe diem como lema, la película nos muestra los placeres de la vida desde un punto de vista no hedonista, sino espiritual. Es James Stewart asomándose a su propia vida fascinado, pero sin el sentimentalismo de Capra, que sería un error tratar de imitar. Es una visión laica del alma, una celebración del sentimiento mágico de nuestras existencias, de lo que nos hace únicos y semejantes a la vez.

El guion es un concierto de jazz a seis manos, para lo bueno y para lo malo, dentro de una historia que no solo toca las teclas blancas de la vida, del más allá y del más atrás. Más que temor por la muerte, lo que se quiere inculcar es rabia por dejar de vivir. Hay belleza, originalidad y elegancia para conectar emociones, deseos y sueños. La comicidad es física, y el trasfondo, intelectual.

Es difícil ser más ambicioso dentro de una película apta para todas las edades pero quizá no para todos los públicos. La edad es menos importante que el alma, en este salto precioso al abismo. El Thunderbird descapotable de «Thelma y Louise » nos dejaba suspendidos sobre el abismo. «Soul» hace una pirueta más y nos repite el viejo consejo de aprovechar el tiempo y disfrutar lo que tenemos, que nunca está de más.

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