Crítica de «Una receta familiar»: Por un puñado de fideos

«La cinta peca de excesivamente amable y las escenas sufren un poco por falta de expresividad dramática»

Escena de «Una receta familiar»
Antonio Weinrichter

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El ramen, la gama baja de ese tipo de cocina asiática que identificamos como comida rápida, resulta que puede ser un plato de sabor exquisito. «El caldo, el caldo…» es el murmullo que se repite de forma reverencial en la película: el caldo puede adquirir todas las propiedades de exorcismo de la memoria de la magdalena de Proust. De eso se trata precisamente: el protagonista tiene raíces familiares a caballo entre Japón y la isla de Singapur, y para recuperarlas emprende un viaje que se convierte en un perpetuo menú degustación. Ojo, no se olvida la memoria histórica en beneficio del recuerdo familiar: Eric Khoo es de Singapur (es su cineasta más conocido) y no olvida ni perdona la invasión nipona.

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Una receta familiar

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La cinta peca de excesivamente amable y, exceptuando la aparición de la generación de los abuelos, las escenas sufren un poco por falta de expresividad dramática. La trama se desarrolla a lo largo de diversas mesas para comer, y siempre resulta más interesante cómo se prepara y lo bien que sabe la comida que los diálogos. Ese aspecto de «documento gastronómico» es lo mejor de la función, que parece hecha de encargo para esas secciones de cine y cocina tan de moda en algunos festivales.

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