Crítica de 'Para Chiara': Retrato sin filtros de la mafia que nunca sedujo a Coppola

Jonas Carpignano retrata la vida de la Ndrangheta en Calabria con ayuda de actores no profesionales

Swamy Rotolo es Chiara
Federico Marín Bellón

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Cincuenta años después de 'El Padrino' , y una vez visto que es imposible superar el modelo, el cine sobre mafiosos ha vuelto la mirada hacia el neorrealismo en los últimos años, sobre todo en Italia, como es natural. 'Para Chiara' cuenta sin ayuda de 'Alpacinos', ni siquiera de actores profesionales, las inquietudes de una muchacha cuando descubre que su padre no ha desaparecido porque se fuera a buscar tabaco.

La mirada adolescente, entre rabiosa y perpleja, marca el tono de este retrato de la Italia menos turística, un poco pasoliniesca, donde el reguetón también causa estragos. La historia empieza con una fiesta nada parecida a la boda con la que Coppola abría su trilogía. Entre la mafia calabresa, la temida Ndrangheta, no se escuchan los diálogos con los que Mario Puzo marcó tendencia, en el hampa y en el mundo de los negocios.

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'Para Chiara'

La chiquilla descubre por la prensa lo que empezaba a barruntarse. Los miedos infantiles se mezclan con las certezas adultas, en una película de iniciación nada típica , de pérdida absoluta de la inocencia, a una escala superior.

Está muy bien dibujado el abismo entre las dos hermanas. La pequeña Chiara se asoma al mundo que la mayor de edad ya ha aceptado. De algún modo, de repente se siente como Truman cuando descubre que vive en un 'show', solo que el nivel de vida es mucho peor y el guion se improvisa a cada quiebro. «Algunos lo llaman mafia. Nosotros decimos supervivencia» , resume un personaje, aunque lo último que persigue la cinta es justificar sus acciones. Es más el retrato sin adornos de la amoralidad absoluta que surge tan a menudo en los entornos más deprimidos.

Después de 'Mediterranea' y 'A Ciambra', Jonas Carpignano insiste en iluminar los rincones más oscuros de Italia en su trilogía calabresa. En otro diálogo brillante, uno de los mafiosos cuenta que Raphael pintaba retratos de gente importante, pero que nunca los maquillaba; se negaba a disimular sus defectos. La película tampoco embellece una forma de vida que no llega a la violencia de 'Gomorra' , pero donde apenas cabe la esperanza. No hay denuncia ni reivindicación en esta buena película, de la que no es posible salir contento.

Entre los intérpretes, brilla Swamy Rotolo en el papel de Chiara y conmueve Claudio Rotolo como su padre, dentro y fuera de la pantalla. Más que dar miedo, es un personaje desamparado, intimidado ante la mera posibilidad de hablar en público, capaz de vivir como una alimaña en su madriguera, padre orgulloso y a la vez avergonzado de sí mismo. Todo ello es mostrado con sorprendente naturalidad, como si fuera algo normal, con una veracidad que no es posible fingir, por desgracia.

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