Crítica de 'El pacto': El dilema de vender o alquilar el alma

Bille August plantea un chantaje moral e intelectual de categoría, con ayuda de una Birthe Neumann fantástica

Birthe Neumann y Simon Bennebjerg, en 'El pacto' Adso Films
Federico Marín Bellón

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De Karen Blixen la mayoría solo sabíamos que tenía una granja en África y, como efecto colateral, que Robert Redford lava el pelo con más estilo que Llongueras . 'El pacto' nos muestra a la escritora de regreso a Dinamarca, ya mayor y enferma, donde decide apadrinar a un prometedor poeta al que dobla en años. Cual diablesa con clase, la protagonista ofrece al desorientado muchacho un pacto mefistofélico.

Birthe Neumann ('Celebración'), que tiene una década más que su personaje, está fantástica en el papel y llena de vida una película intelectual pero en absoluto pesada. Bille August es un cineasta clásico, con una caligrafía superior, que se sabe manejar entre grandes presupuestos y enfocar los matices de una obra tan intimista. El mismo plano que en otras manos sería un tostón, el director de 'Pelle el conquistador' lo convierte en un fogonazo cargado de significado.

Ficha completa

'El pacto'

Con su carita de pánfilo talentoso, Simon Bennebjerg da vida al desconcertado Thorkild Bjørnvig . Se ve atrapado entre su verdadera familia y el éxito y la animada vida social que le ofrece su anfitriona. Es difícil resistirse a la oferta y, al mismo tiempo, es tan descabellada como injusta para su mujer y su hijo.

El dilema se desmaya en algún momento, pero Birthe Neumann, que no ha perdido su capacidad de seducción, esculpe con precisión un personaje duro y frágil, implacable con el corazón de los prescindibles, pero capaz de venirse abajo por unos versos de Goethe que siente como puñales.

No es menos interesante el punto de vista de la víctima, la mujer semiabandonada del escritor, obligada a sentir celos de una vieja, pero más aún de la soledad. Incluso entiende al demonio, dispuesto a romper una familia para que aflore el artista . Se enfrenta a una arpía intrigante que siempre va dos pasos por delante, también una alcahueta que en el fondo es solo una yonqui de la belleza, física o de la de pensar. Ella empuja al joven a ese momento terrible y maravilloso, sin fácil vuelta atrás, en que alguien descubre que quiere a otra persona.

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