Crítica Los nadie: Chicos en la calle

La melancólica reflexión que se suscita es que vivimos en un mundo tan globalizad que todos los «millenials» se parecen

ANTONIO WEINRICHTER

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De «Pixote» a «La vendedora de rosas» hay en el cine latinoamericano todo un género de chicos en la calle, por desgracia basado en una realidad social. Lo que distingue a estos cinco chicos de Medellín es que, sin llegar a ser de clase media, no son pobres de pedir: hacen juegos malabares y otras gracias similares para sacarse unas monedas mientras los coches esperan que el disco se ponga verde, pero luego tienen un hogar al que volver y una madre que les recrimina que no estudien más. O su corte de pelo, por ejemplo. Estos chicos, en efecto, no estarían fuera de lugar en alguna tribu urbana de una ciudad europea: hacen litrona, pintan graffitis y van a conciertos de rock (la salsa colombiana no aparece ni de fondo). La melancólica reflexión que se suscita es que vivimos en un mundo tan globalizad que t odos los «millenials» se parecen ; el reverso positivo es que la película escapa de lo que Luis Ospina llamaba «pornomiseria» y que una ciudad vibrante como Medellín puede permitirse contar otras historias. Eso sí, es para verla con subtítulos porque el argot y lo que llamamos vocalización convierte en opacos muchos de sus diálogos.

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Los Nadie

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