Crítica de 'El menú': La empanadilla del chef

Estamos, pues, ante una película con punta, aunque no se vea claro a dónde señala, pero con gracia y algo de elegante suspense, y con buenos duelos de miradas entre Fiennes y Taylor-Joy

Ralph Fiennes y Annya Taylor-Joy
Oti Rodríguez Marchante

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El cine y la cocina forman un buen maridaje y son muchas las películas que encuentran en el hecho gastronómico motivo de drama, comedia, romance, intriga y hasta wéstern, con el filete que le tira Liberty Valance (Lee Marvin) a Tom Doniphon (John Wayne ). Mark Mylod, el director de ‘El menú’ cuenta una historia entera casi en el interior de un restaurante apartado, en una isla, y tan exclusivo que solo permite unos cuantos comensales con nombre y apellido. La película comienza cuando se dirigen allí los invitados, y la cámara se centra en una pareja joven, Nicholas Hoult y Anya Taylor-Joy (conocida como ajedrecista en ‘Gambito de dama’).

Tras varias secuencias de mosqueo, el interés comienza cuando aparece el chef, ya saben, ese personaje solo comparable a Da Vinci, Shakespeare o Praxíteles , alguien capaz de que un pimiento sepa a huevo frito y un huevo frito a alubias con chorizo. Aparece el chef, y es Ralph Fiennes , actorazo y con unos incisivos cortantes y afilados que buena espina no dan. Se aprecia fácilmente el tono de comedia en los personajes, en la reverencia presidencial que exige el chef para sí mismo, los rituales de los primeros platos y la importancia bobuna que se les da… Con una ambientación lujosa, una coreografía empalagosa de camareros y con alguna señal, apenas un destello, de que este ‘menú’ ha de atragantarse de algún modo.

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Ese cambio anunciado voltea el argumento, el ritmo, a los personajes y entra en escena ‘la empanadilla’, un inquietante revuelto de intriga, cinismo, chorrada, brutalidad y absurda lucha de clases; una especie de risa histérica hacia el mundo de los chef, esos artistas, y al mundo de los ricos, esos frívolos. Y no es necesario ni que el argumento ni que las situaciones tengan credibilidad, pues estamos manejando sarcasmo y causticidad, incluso se puede elegir entre la risa y el pánico.

Estamos, pues, ante una película con punta, aunque no se vea claro a dónde señala, pero con gracia y algo de elegante suspense, y con buenos duelos de miradas (o de empanadillas) entre Fiennes y Taylor-Joy.

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