Crítica de «Martin Eden»: El asedio de la escritura

Pietro Marcello adapta la novela del mismo título de Jack London

«Martin Eden»
Oti Rodríguez Marchante

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La adaptación que hace Pietro Marcello de la novela de Jack London conserva gran parte de la esencia del personaje y de su historia, aunque le cambia sus circunstancias geográficas y de época, pues lo sitúa en la segunda mitad del siglo XX y en Nápoles, donde el joven proletario y soñador encuentra los tres motores de su existencia, el amor de una chica de la alta burguesía, su talento como poeta y escritor autodidacta y una conciencia de clase que le crea contradicciones y lo empuja a una constante lucha contra sus otras dos potencias vitales, el amor y la literatura.

El personaje que retrata el director es atractivo, confuso, disperso, extremo y que, en cierto modo, parodia tanto la figura como el paisaje que refleja, y está interpretado por Luca Marinelli (ganó el premio al mejor actor en el Festival de Venecia) con tanta maestría al acercarlo como al alejarlo, en hacerlo simpático y antipático, cargante, pelmazo. Para añadirle sentido a lo que proclama, la película le adhiere a la propia historia, romántica, literaria, filosófica, de Martin Eden la fuerza de imágenes documentales, equilibradas entre lo lírico y lo político, que animan a la comprensión del interior poético, pasional y abrupto de este personaje abocado al drama y la fatalidad. La ambientación es elegante y la puesta en escena, distinta, descarada, y toda la película deja alguna opinión, aunque ya algo masticada, sobre la ideología, el arte, el individuo y la masa.

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Martin Eden

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