Crítica de «La lista de los deseos»: Una rima difícil: tumor y humor

Aunque el asunto es trágico, Álvaro Díaz Lorenzo, con sus defectos y virtudes, se encarga de transformarlo en algo agradable, amistoso, chistoso

Imagen de «La lista de los deseos»
Oti Rodríguez Marchante

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Las dos anteriores películas de Álvaro Díaz Lorenzo , «Los Japón» y «Señor, dame paciencia», no ocultaban ni lo que se podrían considerar sus virtudes y aún menos sus defectos: son directas, superficiales y tienen un humor que se complace en lo chabacano y que produce, con voluntad, más risotada que risa.

En «La lista de los deseos» se puede ver fácilmente ese sello, aunque con un pequeño detalle a su favor: la superficialidad se deja rascar y descubrir así una cierta hondura y elevación en sus personajes. Son esencialmente tres, dos mujeres con cáncer y la mejor amiga de una de ellas, que se plantean un viaje con el fin de quitarse la presión de espera de los resultados tras su tratamiento de quimio y a la vez cumplir unos cuantos deseos apuntados en la lista del título.

En fin, nada nuevo, pero con dos notables elementos que hacen de la película una excursión divertida y provechosa, su sentido del humor sin el menor escrúpulo ni inhibición pero con trazas de ternura, y la interpretación a simpáticos empujones de María León, Victoria Abril y Silvia Alonso (no sé cómo se manejará el actor Salva Reina con Shakespeare, pero en el desenfado de una comedia es un Lawrence Olivier).

Ficha completa

La lista de los deseos

La lista de los deseos

La película es la relación entre ellas y con sus deseos por cumplir, todos cargados de excentricidad, como colarse en una boda o «tirarse» a un danés, pero también todos guiados al buen fin de elevarse como personas. Aunque el asunto es trágico, Álvaro Díaz Lorenzo, con sus defectos y virtudes, se encarga de transformarlo en algo agradable, amistoso, chistoso, salvo en una cuantas ocasiones en las que cae en la tentación de incorporar la ordinariez de palabra y de obra a su historia. Pero, en qué se quedaría el mundo actual sin un aliño de vulgaridad.

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