Crítica de 'Crónica de un amor efímero': Lo que dicen, lo que hacen, lo que sienten

Es una película muy seria en el trato de personajes, pero muy inclinada a la comedia precisamente por esas diferencias vitales entre ellos

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Sandrine Kiberlain y Vincent Macaigne en 'Crónica de un amor efímero'
Oti Rodríguez Marchante

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Podría decirse que Emmanuel Mouret , el director, cultiva en su filmografía un interés ‘inteligente’ por las historias de amor, aunque aquí sea poco conocido (se estrenó la anterior, ‘Las cosas que decimos, las cosas que hacemos’). En esta que ahora se estrena, se trata tal y como advierte el título de un amor efímero, aunque solo sea en la voluntad inicial de su pareja protagonista, una madre soltera y un hombre casado y dubitativo. La película los presenta en su primera cita, aquí Charlotte (Sandrine Kiberlain), aquí Simon (Vincent Macaigne), y ya desde el comienzo se aprecia tanto el imán entre ellos como las enormes diferencias de personalidad y ganas de aventura.

Es una película muy seria en el trato de personajes, pero muy inclinada a la comedia precisamente por esas diferencias vitales entre ellos, la tranquilidad de Charlotte y el nerviosismo enfermizo de Simon. Los diálogos, frescos, rápidos y en ocasiones brillantes, fortalecen esa impresión de comedia sin carcajada; las situaciones, los progresivos encuentros entre ellos, entre lo casual, lo intenso, lo pasajero y sin importancia profundizan también en esa señalada contradicción humana entre lo que decimos y lo que hacemos: una relación sin complicaciones, llena de ligereza , que naturalmente habrá de espesarse de algún modo.

Ficha completa

Sandrine Kiberlain y Vincent Macaigne consiguen que sus personajes tan alejados y contrarios se imanten, que resulten magnéticos por esa química antagónica que resulta jocosa, y ese embeleso por sus personajes, sus actores y sus finos diálogos y contradicciones hace que pierda foco todo lo demás y que Emmanuelle Mouret no necesite molestar su desarrollo con estilo y puesta en escena. Se sigue la historia con naturalidad, se advierte bien el ingenio, se puntúan con exactitud los signos de la relación, los argumentos, los sentimientos, los peligros, los puntos suspensivos… Y señala con ligereza, sin matracas, ese espacio apenas visible entre lo efímero y lo eterno con una revuelta a lo tantas veces tonto de la comedia romántica.

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