Crítica de 'Aftersun': Indicios de drama en la memoria de un bonito viaje
No es una película larga, pero lo disimula bien por su ritmo contemplativo, lento y por ofrecer una corteza ‘bonita’, incluso poética, pero más bien sosa
Película muy premiada y bien valorada por la crítica europea y americana, y la primera que firma su directora, Charlotte Wells , y da la impresión de que ha volcado en ella parte de sus residuos emocionales y biográficos. Trata sobre la relación de un padre con su hija de once años durante unas vacaciones en un hotel turístico, de pulsera en la muñeca, en la costa turca, y de un modo paulatino, premioso, se va informando al espectador de algunos detalles de los protagonistas; el padre está separado de la madre, la hija vive con ella en Escocia y solo ve al padre de vez en cuando (él se trasladó a Londres), tienen una convivencia agradable, vacacional y se están conociendo algo más intensamente de lo habitual.
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La narración de esta historia se organiza mediante un ‘flashback’, ella ya adulta recuerda esos sucesos de un par de semanas mientras ve viejos vídeos que grabaron allí, y tiene por lo tanto esos componentes ‘polvorientos’ de la memoria que la directora mezcla con gusto, aunque también sin una fortaleza dramática, una trama, un impacto que altere lo que son días de baño, de restaurante, de bromas familiares entre ellos y poco más.
No es una película larga, pero lo disimula bien por su ritmo contemplativo, lento y por ofrecer una corteza ‘bonita’, incluso poética, pero más bien sosa. Es cierto que debajo de la corteza se aprecian de modo sutil los cambios, la moneda suelta de dolor y sufrimiento que lleva el padre y que la niña (su recuerdo) apenas detecta en gestos, nervios o situaciones también influidas por su propio proceso de maduración. Los protagonistas, Paul Mescal y Francesca Corio , transmiten bien la ligereza y el gran peso de la historia, pero la sensación (aquí) es que lo conmovedor de ella hay que rescatarlo del fondo de una mina.