Crítica de '42 segundos': Gran gesta dentro del agua, grandes gestos fuera del agua

Una película sobre un deporte no excesivamente popular como el waterpolo que revive una de las hazañas españolas de los Juegos Olímpicos de 1992

Jaime Lorente y Álvaro Cervantes en '42 segundos'
Oti Rodríguez Marchante

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En un par de líneas, esta película trata de modelar la gesta de la selección española de waterpolo en los Juegos Olímpicos de 1992; pero, en el añadido de otro par, de lo que trata profundamente es sobre la rivalidad de diversos tipos, la pequeña y localista, la mediana y deportiva, la grande y nacional e ideológica, y la épica y personal por superarse a uno mismo. Los directores, Àlex Murrull y Dani de la Orden , explican perfectamente y en un par de plumazos de cámara la situación penosa del waterpolo meses antes de la celebración de los Juegos, y la apuesta extrema con un entrenador extremo, el croata Dragan Matutinovic (entre Jose Mourinho y J.K.Simmons en ‘Whiplash’), y la relación huraña entre waterpolistas catalanes y madrileños.

Con una buena ambientación de la época y su carácter, el excelente guion de Carlos Franco va anudando los diversos hilos de la trama, que está atada esencialmente a la personalidad de los dos jugadores clave, Manuel Estirarte y Pedro García Aguado , junto a la inescrutable del entrenador y sus técnicas de sargento de marines. Los tres actores, Álvaro Cervantes, Jaime Lorente y Tarik Filipovic son los que le proporcionan al interior de la película toda su complejidad y la mayor parte de su carga emocional (Filipovic, por cierto, sin arquear una ceja).

Todo el caudal íntimo que baña la película, los demonios de Estiarte, los excesos y diabluras de García Aguado, la inquina como croata de Dragan Matutinovic hacia el entrenador serbio de la selección italiana, está tratado con sutileza, un goteo sobre la historia supuestamente principal, que es la actuación durante la Olimpiada de Barcelona del equipo nacional de waterpolo, su puesta a punto, sus entrenamientos, sus partidos y la relación humana y deportiva entre todos ellos.

Los directores hacen una buena labor de rodaje y montaje, utilizan los recursos de los diversos tonos y géneros de la película, tanto del drama como de la comedia , tanto de la épica deportiva (no se engolosinan, como suele ser habitual, en la cámara lenta y en la gestualidad de ‘spot’) como de la cultura del esfuerzo y la superación, también de la solidaridad y la camaradería. Y se adorna también con un aceptable subrayado del ‘biopic’, otorgándole a los personajes principales sus momentos de dignidad, de grandeza y de esplendor moral, muy eficaz emocionalmente en el caso de Estiarte hacia García Aguado (confianza plena) o del brutal entrenador hacia su equipo.

Y qué se saca de este alarde cinematográfico sobre un deporte no excesivamente popular como el waterpolo, además de revivir una de las hazañas españolas en aquellos Juegos Olímpicos…, pues una idea atractiva del dentro y del fuera del agua, del dentro y fuera del ‘equipo’ y del dentro y fuera del éxito deportivo y la integridad personal.

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