«Patria» marca el festival de la pandemia

Woody Allen abre la más extraña edición del certamen cinematográfico donostiarra, que entregará a Viggo Mortensen el premio Donostia

Un cartel de «Patria» delante del Auditorio Kursaal de San Sebastián Efe
Oti Rodríguez Marchante

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La inauguración del Festival de Cine de San Sebastián nos trae dos grandes placeres casi prohibidos; el primero es obvio, indudable: el mero hecho de que se celebre, y el segundo quizás más controvertido (pero igual de obvio e indudable para el cinéfilo que todavía mantenga el control de su pensamiento en el mundo que le ha tocado vivir) es que lo haga con la nueva película de Woody Allen , último dique de la reserva amoral de Occidente, animal en extinción y víctima de una cacería con las armas de destrucción masiva de la nueva ética de siempre. La película se titula « Rifkin's Festival » y es tan propia de Woody Allen que, como casi todas, coleccionará tanto entusiasmo como cicatería.

Con enormes problemas de ajustes y organización de películas y peliculeros, el Festival ha confeccionado un programa oficial más corto que otros años, con poco más de una docena de títulos en la competición y unas cuantas proyecciones especiales; entre ellas, otro placer casi prohibido que añadirle a los dos apuntados: con el estreno de « Patria », la serie de Aitor Gabilondo basada en la novela de Fernando Aramburu , se obligará a los que puedan verla a tener una opinión sobre ella más allá de la polémica que ha producido su cartel promocional... Es decir, ese placer temible e intrépido de hablar de lo que ya se conoce y tras el ejercicio poco útil hoy de una reflexión y una impresión directa y propia. Sin adelantar nada más (por cuestiones de embargo hasta su presentación), sí se puede decir que toda esa controversia sobre la terrible equidistancia del cartel se diluye por completo desde la primera secuencia. Los recelos deberían terminar al abrirse la pantalla.

A por la Concha de Oro se presentan algunos cineastas de gran prestigio, como la japonesa Naomi Kawase con «Verdaderas madres», el danés Thomas Vinterberg con un intoxicado experimento sobre el alcoholismo que se titula «Otra ronda», el francés François Ozon y una intensa amistad entre jovencitos titulada «Verano del 85», o el español Antonio Pérez Esparza con un documental, «Sala del juzgado 3H», sobre la Corte que en Estados Unidos se ocupa de los casos de abuso o abandono de menores por sus familias.

También entran en la competición el director británico Julien Temple , «Crock of Gold», sobre el cantante y compositor del grupo The Pogues, Shane MacGowan ; el argentino Pablo Agüero con un drama sobre brujería titulado «Akelarre»; el lituano Sarunas Bartas y «En la oscuridad», un drama juvenil entre la resistencia a la ocupación soviética... Y, en fin, una película georgiana («Beginning»), otra más argentina («Nosotros nunca moriremos»), la japonesa «Cualquier llorón alrededor», la francobelga «Passion simple», la británica «Supernova» y la china «Wuhai». Y fuera de concurso, la serie de seis capítulos de Rodrigo Sorogoyen y Borja Soler , «Antidisturbios», y los ocho de la dirigida por el italiano Luca Guadagnino , «We are who we are». Entre ambas, unas doce horas de proyección; o sea, que échale hilo a la cometa.

La clausura de esta edición, el próximo día 26, la ocupará Fernando Trueba y su película «El olvido que seremos», en la que Javier Cámara interpreta a Héctor Abad Gómez , médico y activista en el Medellín de 1970. Y el Premio Donostia 2020 lo recibirá el actor Viggo Mortensen , de quien se proyecta su primera película como director, «Falling», un climático y estridente drama familiar en el que consigue, con sutileza y talento, colocarle un agarradero al personaje más detestable y antipático que se recuerda, interpretado por el magnífico actor Lance Henriksen .

Aunque habrá cine, invitados y alguna que otra estrella, el gran protagonista de esta edición del Festival tiene toda la pinta de que va a ser el paquete de medidas sanitarias e higiénicas, que ya entiendo que pillarán a trasmano y pondrán en dificultades a la mayor parte de los críticos de Festival, tan poco partidarios de lavarse las manos antes y después de ver una película.

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