Editorial

El enigma de los GRAPO

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Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad acaban de neutralizar por enésima vez la cúpula del GRAPO, con la detención en un piso de Reus del cabecilla, Juan García Martín, y de dos mujeres. García estuvo presuntamente implicado en un tiroteo ocurrido en un aparcamiento de Zaragoza en febrero pasado, en el que murió una empresaria, y es un viejo conocido de la Policía y de la Justicia por haber sido condenado hace años por diversos asesinatos, entre ellos el del director general de Instituciones Penitenciarias, Jesús Haddad. García Martín, -procesado por Garzón en 2004 mientras estaba huido por integración en banda armada-, fue incluso uno de los presos que hace 26 años declararon una huelga de hambre y fueron alimentados a la fuerza por orden judicial.

Desde que los GRAPO -Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre, teóricamente el brazo armado del llamado Partido Comunista Reconstituido (PCEr)-, irrumpieron en la vida española en 1975 con el asesinato de dos policías, como organización de extrema izquierda e inspiración maoísta, su sinuosa trayectoria se ha movido siempre en la línea divisoria entre el radicalismo político y la delincuencia común, aderezado todo ello con una sorprendente capacidad de regeneración y recuperación. Con altibajos, siempre han estado presentes en la vida pública y han llegado a cometer ochenta y siete asesinatos e infinidad de robos y atracos con los que abastecerse de recursos. Suya fue la autoría del sangriento atentado en la cafetería madrileña California, en 1979, con ocho muertos, y del misterioso secuestro del empresario aragonés Publio Cordón, en 1995, a quien no se ha vuelto a ver desde entonces. Claramente, han existido y probablemente siguen existiendo unas redes de asistencia que sostienen el entramado de esta organización criminal, que nada tiene ya de política y que forma una oscura mafia voluntariamente enemiga del sistema y quizá por ello extraordinariamente violenta pero apenas dedicada a delinquir para sobrevivir.

La Policía ha realizado esfuerzos para descabezar y sacar de la organización a esta extraña banda y ha cosechado reiterados éxitos, empañados siempre por la evidencia de que la banda se regeneraba poco después. Todo indica que nos encontramos en momentos terminales del GRAPO pero sería muy deseable que las Fuerzas de Seguridad no cejaran esta vez en el empeño de perseguir hasta el final a los escasos elementos que aún podrían reconstituir el aparato, de modo que más pronto que tarde se le pueda dar por extinguido definitivamente.