CÁDIZ

El encanto del comercio tradicional en extinción

En la calle Libertad muchos negocios han cerrado, pero siguen otros, como el Café La Marina, que sirve chocolate desde 1744

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Bares, mayoristas de fruta, puestos de caracoles y un sin fin de establecimientos de venta más, así como el Mercado Central de Abastos, cuyos primeros puestos comenzaron a funcionar en 1837, consagraron la calle Libertad como una de las zonas de mayor actividad comercial de Cádiz.

Hoy la situación es bien distinta; el cierre de la mayor parte de los negocios ha dejado la calle Libertad «desierta» y «a penas con vida», comenta Ángel Sierra Caro, propietario de la Taberna La Bombilla. «La carbonería, la lechería, El Papi, el bar Freidor,.. todos se han ido. Los pocos comerciantes que quedamos lo hacemos por seguir la tradición de nuestros padres, ya que este bar pertenece a mi familia desde el año 1952 y tengo muchos sentimientos puestos en él, pero mucho me temo que mi hijo no quiere saber nada de esto», afirma.

Algo parecido le sucede a Carmen Meléndez García, una chiclanera que, siguiendo la tradición de su madre, cada día se levanta a las cinco de la mañana para vender caracoles en las inmediaciones del mercado. «Yo venía con mi madre de pequeña hace 40 años y ahora sigo la tradición de los antiguos, de las personas del campo», comenta. Y agrega, mientras se quita las gafas con cierta coquetería para salir bien en la foto: «Antes en toda la calle Libertad habían puestos de caracoles. Hoy la venta ha decaído mucho porque los chavales no quieren lavar caracoles, además hay menos en el campo debido a los insecticidas que echan».

La mayoría de turistas ponen mala cara al ver las babas que dejan a su paso estos moluscos. «Ellos nunca me compran porque les dan asco, pero tenían que saber que el caracol tiene mucho calcio», dice.

Frente al puesto de Carmen se ubica el café bar La Marina, un establecimiento con solera, actualmente propiedad de María del Carmen Criado, que lleva sirviendo chocolate con churros desde 1744 y que es frecuentado por artistas como Pasión Vega. «Aunque aquí viene mucho turista, este es un bar de la gente de Cádiz, es el lugar más típico de la ciudad para desayunar y tomar aperitivos», explica Manuel Gómez, el encargado, quien reconoce que «el movimiento de la calle Libertad no es el mismo de hace 35 años, pero a nosotros no nos falta trabajo, prueba de ello es que somos 11 empleados que no paramos».

Manuel Pecino, otro comerciante de los más antiguos de la zona, comenzó hace más de 56 años vendiendo castañas y nueces en el suelo con su padre. «Recuerdo que se subastó el puesto y luego lo volvimos a recuperar para empezar a vender las famosas galletas Loste. Se vendían hasta con telarañas y no pasaba nada. Hoy estamos casi todos malos y le miramos la fecha de nacimiento hasta a las chocolatinas», dice riendo.

Para Pecino el cierre de los negocios tradicionales se debe a «las grandes superficies comerciales» que desde hace años se han instalado en la zona y a la «falta de aparcamiento» en el centro.

Antonio Blanco, más conocido como El Sapo, lleva 60 años vendiendo especies a la entrada del mercado. «Tengo 78 años y toda la vida he trabajado en esto. Tengo todas las especies que te puedas imaginar», dice ligeramente encorvado mientras su cliente asiente con la cabeza.

Finalizando la calle, en un inmueble levantado en 1765 que hizo las veces de convento y tiene un pozo en el patio, trabaja haciendo llaves Luis Miguel Riera. «Este es el primer negocio de llaves que se abrió en Cádiz y junto con mi padre soy el que más llaves he hecho en la ciudad», señala con orgullo.

Pepi Mayo, la propietaria del establecimiento de trajes de flamenco y confecciones desde hace 26 años, confirma el descenso de la actividad comercial en la calle. «Esto antes era una mina. Las grandes superficies nos ha quitado clientela, aunque nosotros ya somos conocidos y trabajamos mucho con el Ayuntamiento y sitios oficiales», explica.

Calle de artistas

Pero además de la actividad comercial, la calle Libertad también vió nacer a artistas del flamenco. Es el caso de Eugenio Salas, más conocido como el Niño de los Rizos, guitarrista de Lola Flores, Manolo Caracol y Rocío Jurado, entre otros, a quien encontramos acompañado de un amigo en una de las mesas de la Taberna La Bombilla. «Yo nací en el número 13 de la calle Libertad hace 68 años. Aquí todo era comercio, había muchos bares y ahora sólo hay este, al que vengo todos los días», explica. Mientras saborea un vino, el guitarrista recuerda la gira que hizo con Lola Flores y Manolo Caracol por América. «Actuamos en México, Panamá, Venezuela, Colombia y Argentina. Luego, Manolo montó una sala de fiestas en Madrid con tablao flamenco que se llamaba Los Canasteros», señala con cierta nostalgia. ¿Qué época!