JUAN JOSÉ IBARRETXE LEHENDAKARI DEL GOBIERNO VASCO

«Zapatero es consciente de que la solución está en respetar la decisión de los vascos»

Recalca que el reconocimiento de ese derecho y su ejercicio son «la clave» para resolver «el problema que tenemos desde hace 167 años»

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La entrevista se celebra en mitad del Pleno del Parlamento, lo que obliga al lehendakari a salir a la carrera hacia su escaño en un par de ocasiones para ejercer su voto. Ibarretxe deja traslucir ganas de implicarse a fondo en el escenario abierto tras el alto el fuego.



¿El proceso de paz es tan irreversible que está a salvo de ataques como los de Barañain o Guecho?

Es evidente que no está a salvo de cosas. Todos hemos trasladado que éste es un proceso complejo y, si lo es, no puede arrugarse de ninguna manera ante los hechos que se dan. Quien practique la violencia está en contra del proceso de paz y también del proceso de normalización. Con violencia no podrán producirse acuerdos entre los partidos y tampoco realizar una consulta; y eso tenemos que explicitarlo inmediatamente, con claridad y contundencia. Si tenemos claras estas cosas, podemos seguir caminando. La gran clave es la disposición de todos para que la paz sea irreversible.

¿Que Batasuna admita la gravedad de esos hechos supone una condena o es mucho decir?

No entraría tanto en la valoración de hasta dónde llega la respuesta. Lo realmente importante es que se produce con inmediatez y con dos elementos que son de resaltar: la solidaridad hacia las personas afectadas y, fundamentalmente, que están dispuestos a trabajar para que estos actos terminen. Hay quien ha pedido que se rompa el proceso de paz. Y es al revés: tenemos que reforzarlo y trabajar para que no tenga marcha atrás.

Durante casi un lustro, usted ha sido protagonista de la política vasca y también de la española. ¿Se siente ahora un tanto desplazado?

La verdad, si por honor se considera que durante cinco años se me haya insultado y arrastrado...

¿Pero se ve fuera de la mesa de partidos? Batasuna y los socialistas rechazan que usted la presida.

Eso es legítimo. Yo he trasladado a los partidos que debatan con tranquilidad sobre lo importante, que no es quién va a coordinar o convocar la mesa o cómo se llame, sino que entre todos pactemos unas condiciones mínimas para que, una vez puesto en marcha ese diálogo multipartito, surjan acuerdos. Ésa es mi auténtica obsesión.

¿Debe escenificar el Parlamento vasco su propia resolución, al margen de la comparecencia de Zapatero ante el Congreso?

No, no tendría por qué; no hay que plantearse condiciones en el camino. Lo que va a venir es la verificación ética del alto el fuego por parte de Zapatero y, después, la verificación democrática, de la que deriven acuerdos, una consulta y la incorporación de esos pactos a la normativa jurídica. Deberíamos ser capaces de poner en marcha después del verano ese diálogo multipartito, no voy a hablar de más plazos. Y más importante que el papel que tenga que jugar el lehendakari es que, cuando se convoque, no sea para tomar café con leche.

Usted ha dejado sentado cuál es su camino: mesa de negociación, pacto sobre el derecho a decidir y consulta sin intervención de Madrid, a poder ser, esta legislatura. ¿No corre demasiado?

Bueno, si preguntara a la sociedad, seguramente le diría que ya es hora de que lleguemos a acuerdos.

La paz ni siquiera está asentada.

Lo realmente importante es por dónde queremos transitar. Este Gobierno ha trasladado un camino que, aunque no tiene compromisos sobre el calendario, sí fija lo que nos gustaría: que cuanto antes confirmáramos el proceso de paz y que cuanto antes se dieran acuerdos políticos con mayorías amplias. Como lehendakari, no propondré a la sociedad vasca que ratifique un acuerdo que previamente haya sido cepillado en Madrid, lo digo con toda claridad, para que no se engañe nadie.

Y tampoco ninguno que no incorpore el derecho a decidir.

Vamos a ver. En el corazón del proceso de normalización está alcanzar un acuerdo sobre el derecho a decidir y la obligación de pactar cómo se ejercita. Me parece legítimo que alguien diga 'no, yo no asumo que la sociedad vasca tenga ese derecho'. El PP lo ha dicho y un líder del PSOE (Alfonso Guerra) manifestó que la sociedad vasca puede decidir, pero sobre lo que Madrid haya pasado el cepillo. Lo que hay que aclarar es si respetamos o no la decisión de la sociedad vasca. Y si decimos que sí, como sostiene una parte del Partido Socialista, pues acordemos.

«Vanguardia intelectual»

¿Ésa es la formulación que tiene en mente?

No, es la que trasladé desde 2001, en el proyecto de nuevo Estatuto, que es un activo institucional. Me hace gracia que quien apela a las reglas del juego diga luego que no asume ese acuerdo del Parlamento. Ese proyecto tiene 39 votos y si alguna vez, y espero que sea así, encontramos otro que tenga 59, quedará sustituido; pero cuando lo encontremos. Y ahí se hacía una formulación sobre cómo ejercer el derecho a decidir. Incorporamos el modelo que Canadá y Quebec están desarrollando, que no se da en un país colonial, sino en el primer mundo. Yo siempre propondré instrumentos jurídico-políticos que están en la vanguardia intelectual.

¿Reclamar el derecho a decidir está en vanguardia?

Está en el centro del derecho de cualquier pueblo, de la configuración del mundo actual. ¿Qué es si no lo que se ha aplicado en las repúblicas bálticas, en la unificación de Alemania? No se puede decir que no exista ese derecho en la UE. Por Dios, si vamos a tener un ejemplo dentro de dos días en Montenegro.

Pero Euskadi no es Montenegro.

No, no, no, pero le estoy hablando de Canadá y Quebec. Y no se puede negar que, en el corazón de Europa, el derecho a decidir está permitiendo solucionar problemas políticos; en Chequia, Eslovaquia, Croacia, Lituania o Estonia. No soy partidario de observar las cosas con tanto dramatismo, de verdad.

Si no se reconoce ese derecho, ¿se cerrará en falso el conflicto vasco? Y si se admite, ¿zanjará el encaje de Euskadi en España?

No es un problema de cerrar en falso. En 1839 se produce la abolición de los fueros por la fuerza. La Constitución española dice amparar los derechos históricos del pueblo vasco, unido al propio Estatuto. Y yo digo que la Constitución del pueblo vasco son los derechos históricos y que de su actualización vendrá el modelo de solución. Estoy absolutamente convencido de que la solución del conflicto político no vendrá de que Zapatero y yo hablemos del transporte mecánico por carretera. La discusión es 'derecho a decidir, obligación de pactar'. El debate es si la sociedad vasca tiene derecho o no a decidir. Y tengo claro que no resolveremos el problema que tenemos desde hace 167 años si no se respeta la decisión de la sociedad vasca.

¿Lo tiene Zapatero igual de claro?

Eso se lo tendría que preguntar a él. Pero él es consciente de que es de esto de lo que tenemos que hablar, todos lo somos. Hace un año, cuando se discutió la propuesta del nuevo Estatuto, no hablamos de las cuotas de FP o de la transferencia de Prisiones. Somos conscientes en Euskadi y en España de que ése es el debate desde 1839.

Tanto no creo, lehendakari.

(Sonrisas) No, desde antes, desde que se inicia el debate sobre el estado-nación con la Constitución de Bonaparte de 1808. Bueno es que todos sepamos de qué tenemos que hablar y en qué términos. Está muy claro: respetamos o no la decisión de la sociedad vasca; y si decimos respetarla, cómo pactamos su ejercicio. Ésa es la clave.

¿Realmente ve al presidente del Gobierno español aceptando una fórmula del derecho a decidir pactada y votada sólo entre vascos?

Es que no es el presidente del Gobierno español o el lehendakari quienes van a decidir esto; se va a decidir aquí, en la sociedad vasca. Sé que es muy importante su opinión, pero, por encima de lo que Zapatero quiere que sea Euskadi, o por encima de lo que el lehendakari quiere que sea Euskadi, ¿no le parece mucho más importante conocer qué es lo que queremos ser los que aquí vivimos y trabajamos? El foco para la solución del conflicto y para alcanzar acuerdos políticos no va a estar en Madrid, va a estar aquí.

Ese esquema se ensayó con el plan de nuevo Estatuto y quedó estancado en Madrid. Al final, hay que contar con el Gobierno central.

Sí, yo no niego eso.

Me refiero a que aquí se puede llegar a un acuerdo y refrendarlo, pero parece necesario pactarlo de alguna manera con el Estado.

Si el Parlamento vasco dice 'sí', como ocurrió con el nuevo Estatuto, y las Cortes dicen 'no', el Parlamento no podrá imponer su decisión, pero tampoco las Cortes. Entonces, tenemos que buscar una solución. Si la pretensión del Gobierno español es que la sociedad vasca decida sobre algo que previamente se ha cepillado Madrid, yo no estoy dispuesto. Y si no somos capaces de buscar una salida a esta cuestión, no seremos capaces de buscar soluciones políticas, hay que decirlo con toda claridad. Sin perjuicio de que el proceso de paz culmine completamente. Es más: un escenario de paz no achica el espacio de la política. Nunca la sociedad vasca ha tenido tanta conciencia de que el futuro nos pertenece escribirlo de nuestro puño y letra, y desarrollarlo de manera pactada.

¿Pretende Zapatero, como ha sugerido algún portavoz nacionalista, constitucionalizar ese derecho?

No lo sé. Creo que Zapatero es consciente, como yo, de que el respeto a la decisión de la sociedad vasca está en el corazón de buscar una solución política. De esto somos conscientes absolutamente todos.

¿Y estará también el estatus de Navarra sobre la mesa de negociación?

Si fuera por las declaraciones de algunos, lo está ya. Lo que yo no entiendo es el miedo y el nerviosismo de UPN y del Partido Socialista. Lo que vaya a ser Navarra, sus relaciones con otros territorios vascos, va a ser decidido por los navarros. Los conflictos se solucionan con más democracia, no con menos. Por eso no acabo de entender las declaraciones del presidente Sanz y de Rajoy, pero tampoco algunas del Gobierno. Navarra tomará sus decisiones en función de lo que quieran sus hombres y mujeres. Y eso debería llenarnos de tranquilidad. No entiendo a los políticos cabreados con esta situación tan maravillosa para hacer política.