ENFADO. Los jugadores del Cádiz protestan por el gol anulado a Jonathan por fuera de juego. / A. GARCÍA
Cádiz C.F.

Aún se puede soñar

El Cádiz pone contra las cuerdas al Barça pero vuelve de vacío Ronaldinho marcó, Etoo falló un penalti y Valdés salvó al final

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Ay, si ese cabezazo de Oli hubiera entrado. O De Quintana no se hubiera abierto en la defensa ante Roberto Carlos. Y Armando pudiera volver en el tiempo atajar ese balón de Vicente. O Varela no hiciera el famoso salto ante Antonio López. Ay, muchos puntos perdidos y una esperanza intacta. Porque en estos encuentros el Cádiz no se juega más que la honrilla, la salvación tiene otras citas. Y ahí, ay, hay que demostrar que se es un equipo de Primera. Como ayer. No queda otro.

Y es que el Barcelona ya tenía su fiesta preparada, con el cava bien fresquito en la nevera porque tres puntos casi le aseguran el triunfo en la competición deoméstica. Aunque el Cádiz le salió resultón, más de lo espera. El pequeño no quería sumarse desde el principio y eso quizás puso más valor a la sufrida victoria de los de Rijkaard.

Una gran primera mitad de los amarillos, calcada a la del Bernabéu pero con el doble mérito de hacerlo ante el futuro campeón liguero que para colmo se encuentra en estado de gracia. Lobos no pudo llegar a una cita marcada desde el principio por el jogo bonito que él mismo promulga cada dos domingos en Carranza. La ausencia del crack argentino sería saldada de inicio con la entrada de Fernando Morán, un futbolista mucho más pausado que el de Gimnasia pero al que le falta pegada para concretar su maestría en el tempo.

Mazao inicial

El madrileño congeniaría a las primeras de cambio, su alma gemela en el césped por la similitud de su juego. Sin embargo, y pese al buen planteamiento de Espárrago maniatando la medular azulgrana, los gaditanos no lograban frenar el vendabal culé que siempre arranca desde el pitido inicial. Los Ronaldinho, Etoo y compañía ansiaban sentenciar a las primeras de cambio para así sestear un poco y evadirse pensando en la ilusionante París. Las piernas pesaban más que otros días tras el tenso duelo frente al Milan, pero eso no se notaba en los compases inciales.

Por una banda izquierda que se asemejaba a una autopista, Giuly y Belleti hacían enloquecer a unos sorprendidos Varela y Sesma. Todo el caudal ofensivo llegaba por el ala diestra del cuadro local, y en una de esas el lateral carioca lograba conectar con su paisano Ronaldinho para poner a funcionar las pilas del videomarcador. El nuevo O'Rei del fútbol, crack de cracks, pesadilla de Ancelotti y unos cuantos más, aparecía solo por arte de magia en las inmediaciones del punto de penalti para empujarla a la red. Osadía cadista, la de un Vella fallón en la marca que facilitaba la tarea del brasileiro.

Falta de acierto

La cosa no se podía poner peor. De la Cuesta miraba al cielo exigiendo clemencia pues lo difícil es abrir la botella, lo demás viene por sí sólo. Pero el Cádiz, ese equipo al que le cuesta un mundo remontar ante conjuntos de medio pelo, se crecía para ofrecer un espectáculo casi inolvidable. De la mano de un Bezares titánico, y con la picardía de un Sesma al que ayer le faltó acierto, los pupilos de Espárrago se iban arriba con cabeza y comenzaban a crear ocasiones. En la primera veían puerta de la misma manera que el liner veía el fuera de juego de Jonathan, que vociferaba su gol en el Camp Nou. Pero el canario tenía otra oportunidad que mandaba a las nubes (por supuesto sin rebasar el graderío) al intentar asegurar con el interior.

Los amarillos metían el miedo en el cuerpo al líder incontestable de este campeonato, asegurándoles que no venían de comparsa y mucho menos de chirigota (aunque estuvieron a punto de enfundarse el disfraz de aguafiestas). El susto provocaba que el Barça recuperara la tensión en defensa, aunque la solidaridad característica de este equipo brillaba por su ausencia pues nadie corría tras el cuero. Por su parte, el Cádiz seguía haciendo bastante daño pero carecía de la pegada de su rival. Pavoni y Morán buscaban muy bien la espalda a los centrales pero Enrique no estaba por la labor.

Para fortalecer la gesta de esa primera mitad, los visitantes se iban al vestuario asustando con un buen disparo de Sesma con su pierna menos mala que obligaba a Valdés a entrar en calor con una gran estirada.

La misma historia

Después del descanso, la historia no cambiaría demasiado. Es cierto que los de Rijkaard salían mucho más metidos en el encuentro, y el refresco de quince m inutos le servía para refrescar sus ideas y buscar con mayor fuerza la sentencia. Pero la falta de fluidez y la escasez de ideas atacantes, debido a la poca movilidad del tridente ofensivo, minimizaba las ocasiones culés a la estrategia y las faltas directas. Márquez ponía el uy en las gargantas amarillos con un trallazo que resbalaba en el poste, y luego Ronaldinho de tiro franco probaba a un Limia que espectacularmente llegaba a la escuadra.

La trinidad estaría inconclusa si no se reflejara uno de los momentos claves del duelo. Berizzo, después de cortar todo y un poco más, se dejaba la pierna en el área los suficiente para que Van Bommel forzara la zancadilla. Penalti claro que enfrentaba cara a cara a Etoo y Limia, a priori un choque desigual. Pero la ansiedad del camerunés por conquistar de una vez por todas el pichichi topaba con la veteranía de un Limia que le aguantaba con toda la tranquilidad del mundo. Todo seguía igual tras la parada del arquero, pero el mazazo destrozaba a Barcelona muy tocado físicamente tras el encuentro del miércoles.

El Cádiz, sin la frescura de antes pero con la moral por las nubes después del regalo de Etoo, se la jugaba con la entrada de Lobos y Oli. Magia y contundencia, habilidad y remate. La jugada a punto estaba de salirle bien a Víctor Espárrago. En el límite del tiempo, el argentino botaba una falta que cabeceaba Oli con un único destino: el gol. Pero la mano salvadora de Valdés demostraba que esta Liga, ya con el dueño prácticamente definido, dependía no solo de los pies de Ronaldinho sino de los guantes del meta catalán. Un guantazo para bajar de las nubes y comenzar a pensar en la Real Sociedad, y en los partidos en los que la permanencia está en juego. Dosis de moral para un Cádiz que juega como nunca y pierde como casi siempre, pero que mejora a cada jornada. Esperemos que la Liga no se le quede corta.