HONOR. El Rey Don Juan Carlos impone la medalla a Sergio Pitol como ganador del premio Cervantes, ante los aplausos de la Reina y Rodríguez Zapatero. / AP
Cultura

Sergio Pitol celebra la locura de 'El Quijote'

El escritor mexicano hizo alusión a la demencia «que se hace libertad» en la genial obra del caballero de La Mancha al recibir el premio Cervantes de manos del Rey

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Tres grandes deudas saldó Sergio Pitol (Puebla 1933) en Alcalá de Henares. Lo hizo en el día grande de las letras hispanas, al recibir de manos del Rey el diploma y la medalla que le acreditan como ganador del premio Cervantes. El escritor mexicano quiso pagar con creces la libertad cervantina que floreció hecha locura en El Quijote, el magisterio del exilio republicano español que fue clave para su formación y que elogió con largueza ante el Rey, y los desvelos de su abuela, que le dio la vida a través de la literatura cuando la malaria quería robársela.

Esos fueron los tres pilares del no muy extenso discurso Pitol, más emotivo que académico, al recibir el Nobel de las letras españolas de manos de don Juan Carlos, en presencia de la reina, del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y de la ministra de Cultura, Carmen Calvo, en el centenario paraninfo de la universidad de Alcalá. El monarca elogió el carácter anticipador de la «originalísima, cosmopolita y ágil» obra de Pitol que, dijo, «tiende puentes entre España y México», mientras que la ministra repasaba por extenso su trayectoria literaria.

Este año la ceremonia no guardó la exquisita puntualidad de siempre y comenzó con diez minutos de retraso. Pitol, ataviado con el preceptivo chaqué, recibía a los Reyes a los acordes del himno nacional. Con cierta desorientación, cumplimentaba también al presidente Zapatero y a su esposa Sonsoles Espinosa, y la ministra de Cultura -presidente y ministra asistían a su segunda ceremonia cervantina- , al rector complutense, Virgilio Zapatero, a la presidenta de al Comunidad, Esperanza Aguirre, y al alcalde de la ciudad, Bartolomé González.

Tras recibir de manos del Don Juan Carlos el diploma y la medalla que le convierten en miembro del selecto club cervantino -con sólo 30 miembros, 28 varones y 2 mujeres, desde su creación en 1976- y sus 90.000 euros de dotación, Pitol se encaramaba al estrado del paraninfo complutense. Era el tercer mexicano en disfrutar de este honor, tras Octavio Paz y Carlos Fuentes.

Con un decir dificultoso, debido quizá a la mezcla de la solemnidad del acto y su patológica timidez, armado con su gafas de présbita y cruzando las piernas para sostenerse sobre sólo una, como una garza, disertó Pitol durante más de 40 minutos en los que realizó un repaso de sus avatares vitales y literarios.

Celebró la libertad de Cervantes, una libertad que derivó en la locura que marcó a su universal personaje, el magisterio del exilio republicano español, y el empeño de su abuela en mostrarle que la literatura era una excepcional forma de vida.

El genio de la lengua

Su discurso no encandiló a la audiencia, quizá por las dificultades de dicción del último Cervantes, y estuvo trufado de citas a Borges, a otros maestros latinoamericanos como Alfonso Reyes, a franceses como Balzac o Zola, y a españoles como María Zambrano, Benito Pérez Galdós, Antonio Machado o Ramón Gómez de la Serna.

Unos maestros de los que extrajo una lección definitiva: «que el objetivo fundamental de la escritura era descubrir o intuir el genio de la lengua, la posibilidad de modelarla a discreción, de convertir en nueva una palabra mil veces repetida con sólo acomodarla en la posición adecuada en una frase».

Demencia y cordura

La parte más emotiva la tituló Pitol La libertad del Quijote y partió de un encendido elogió la «tensión entre demencia y cordura» que son para él «uno de los ejes fundamentales de El Quijote». Celebraba también el poderoso humor cervantino, pero advertía como «en el subsuelo del lenguaje se esconde el espejo de una época inclemente, un anhelo de libertad, de justicia, de saber y de armonía. Convierte la locura en una variante de libertad. La libertad que define al El Quijote», dijo.

Leyó Pitol pasajes que ilustraban sus tesis y aseguró que «Cervantes ejerce una libertad absoluta en la estructura del El Quijote». Una libertad que, según él, apuntala «la demencia que le ofrece un marco propicio y la imaginación se la potencia».

Celebraba también Pitol que Cervantes, como él, optara por mezclar géneros y preñara de novelas su gran novela, con «infinitas imbricaciones que logran un resultado de esplendor, de veracidad y de grandeza».

«Cervantes es un adelantado a su época. No hay ninguna ulterior corriente literaria importante que no le deba algo a El Quijote», sostuvo Pitol, citando «las varias ramas del realismo, el romanticismo, el simbolismo, el expresionismo, el surrealismo, la literatura del absurdo, la nueva novela francesa y muchísmas más que encuentran sus raíces en el libro de Cervantes». Una novela fundacional e imperecedera que «en el siglo XX, en la época de las vanguardias, sigue siendo la más contemporánea de todas».

Peregrino heridos

Antes había hecho Pitol un recorrido por los nombres del exilo republicano español que «enriquecieron de una manera notable a la cultura mexicana». «Aquellos peregrinos heridos por una guerra atroz y derrotados crearon una atmósfera intelectual mejor y nos enseñaron a entender y amar la España que ellos representaban», dijo evocando a María Zambrano, José Gaos, Adolfo Salazar, Jesús Bal y Gay, Luis Buñuel, Luis Cernuda, José Moreno Villa, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, José Bergamín y un largo etcétera.

De ninguno de sus maestros habría podido aprender nada si su abuela, una entregada lectora de Tolstoi y tantos otros grandes «no me hubiera conducido a la lectura de Verne, Stevenson, o Dicknes». Su abuela le dio la vida y le permitió llegar a al adolescencia «familiarizado con Proust Faulkner, Mann, Wolf, Kafka, Neruda, Borges, los poetas contemporáneos mexicanos, los poetas del 27 y los clásicos españoles».

Por su parte, el Rey saludaba en «una día alegre de encuentro y celebración» a un Sergio Pitol «que ha construido su principal obra sobre la reflexión en torno al escritura y la literatura».

Se felicitaba el soberano de que el día grande de la letras españolas afianzara «aún más si cabe los lazos que unen a los pueblos y culturas de raíz hispana de ambos lados del Atlántico» y por que se produjera «un encuentro lleno de magia y significado entre España y y un gran país como México, que se acerca a nosotros gracias a la genial obra literaria que ha sabido construir Sergio Pitol, originalísima cosmopolita y de gran agilidad narrativa».