UN CLÁSICO. Francisco Hernández lleva tres décadas haciendo capirotes.
CÁDIZ

La otra forma de hacer Semana de Pasión

El bordado o la fabricación de capirotes, dos formas de arte secundarias pero igualmente importante en la concepción de los desfiles procesionales

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No sólo de imágenes y pasos vive la Semana Santa. Para conseguir que las cofradías salgan a la calle se necesita mucho trabajo, mucho esfuerzo y, sobre todo, personas que quieran colaborar para conseguir estos objetivos. Algunos se dedican a cortar las flores. Otros a limpiar los varales de plata para que luzcan en todo su esplendor. Otros bordan y hacen túnicas y algunos hacen los capirotes. Esta mezcla, con algún ingrediente más, es la que hace posible que cada año las hermandades salgan a la calle y podamos verlas luciendo sus mejores galas.

Marisa Delgado, Ana Ferrer, Josefa Lobón, María Esquiaro y Ángeles Pecci son algunas de las mujeres que hacen posible que la Semana Mayor de Cádiz sea, cada vez, un poco mejor. Ellas, dirigidas por Juan Zamanillo, han trabajado durante semanas para coser los nuevos respiraderos de la cofradía de El Caído. Tras cerrar el monte, el paso se ha quedado sin ellos y la cofradía ha tenido que solucionar este problema con una medida de urgencia, a la espera de que se construya el nuevo paso.

Durante las cuatro últimas semanas estas mujeres, y otras más, han acudido cada tarde a coser los nuevos respiraderos. Así, sobre un bastidor, han ido elaborando a mano las mallas plateadas sobre el terciopelo tensado de las caídas del paso. Así, y utilizando técnicas propias para bordar, estas mujeres -algunas hermanas de la cofradía y otros miembros de la Asociación de Amas de Casa- han realizado este trabajo laborioso. Algunas del grupo también fueron las encargadas de coser la túnica que vestía Nuestro Padre Jesús Caído durante el vía crucis y el triduo celebrado en Cuaresma.

Juan Zamanillo, responsable de estos trabajos, lleva varias décadas dedicándose al arte de bordar y ha sido muy minucioso en este trabajo, «como si fuesen ha hacer encajes de bolillos», explicó. Él ha hecho otros trabajos, no sólo para la cofradía de El Caído, sino para otras muchas de la ciudad y de fuera de ella. Ha restaurado la túnica del Nazareno de Santa María, el palio de Amargura de la cofradía de Humildad y Paciencia, además de palios para Sanlúcar o Ciudad Real. También restauró el palio y el manto de Nuestra Señora del Carmen, además de numerosos estandartes.

Otra época

Zamanillo comenta con nostalgia que «en Cádiz ya no existen los grandes talleres de bordados que existían antes. Ahora esta actividad no es rentable aquí. Sin embargo en otras ciudades, como en Sevilla, sí existen talleres profesionales que se dedican al bordado de palios, mantos y caídas». Sin embargo, en la ciudad sí existió una industria de bordados, incluso existía el taller San Martín, perteneciente al colegio. Allí las jóvenes de la época aprendían a bordar. De estos años son las mejores obras de la Semana Santa gaditana.

Este artista del hilo y las telas confiesa que es un trabajo muy cansado, «incluso vocacional», añade, «aunque cuando uno ve la obra finalizada merece la pena los meses empleados en hacer ese trabajo».

Juan Zamanillo apunta que «en Cádiz hay otras muchas personas que se dedican a bordar y coser insignias y túnicas en Semana Santa». Así, Zamanillo destaca el trabajo de Juan Carlos Romera -quien ha bordado los respiraderos del paso de la Virgen de la Esperanza del Nazareno del Amor, Jaime Zarzu, el taller del Sagrado Corazón o el taller organizado por Pepi López en colaboración con la cofradía del Perdón. Aquí son las propias hermanas de la cofradía las que cosen y restauran el bordado del manto y la saya de la Virgen del Rosario, co-titular de la hermandad, con un diseño de fray Diego de Córdoba. Han sido premiadas con el premio Mariano Arce que concede la Asociación Sentir Cofrade.

Otras artes

Pero para que las cofradías salgan a la calle, es imprescindible que las imágenes estén acompañados por sus fieles. Los hermanos se convierten en penitentes y cubren su rostro colocándose un capirote en la cabeza.

En Cádiz, dos han sido las pequeñas empresas que se han dedicado a realizar capirotes: Orozco y Hernández. Las dos tiendas, ubicadas en la calle Isabel la Católica, se han convertido en punto de referencia de los cofrades.

Francisco Hernández lleva tres décadas haciendo capirotes durante la semana santa. Un negocio que empezó su abuelo en la calle San Francisco, lo continuó su padre y, ahora, lo regenta él. En total, más de noventa años trabajando en este arte.

Los capirotes forman parte del hábito del cofrade «y se debe llevar muchas horas en la cabeza. Por eso nosotros intentamos confeccionarlo con mucho cuidado para que moleste lo menos posible». Los tiempos han avanzado, al igual que los capirotes. Así, se ha pasado del tradicional de cartón al de rejilla. «El estándar es el de cartón, que yo lo realizo con cartón blanco satinado, que pesa menos». Pero a pesar de su simpleza, éste no es el más solicitado.

El más demandado por los cofrades es el capirote de forro y bodana. Éste modelo lo inventó el padre de Antonio Hernández, y se diferenciaba del capirote tradicional porque llevaba un forro alrededor del capirote y una tela sobre la que descansa la tela del cubre rostro. «Sin duda éste es el más cómodo y el que tiene mayor prestación», apunta Antonio Hernández, todo un experto en hacer capirotes.

El último modelo de capirotes es el de rejilla, «que ayuda a transpirar y no concentra tanto calor en la cabeza. Sin embargo, este capirote en Cádiz no es muy demandado porque aquí no son muy altas las temperaturas, no sucede como en otras ciudades, como Jerez o Sevilla2, explica Hernández.

Él, además, trabaja para otras cofradías de la provincia. «Es muy curioso cómo llaman los hermanos mayores pidiéndome que haga todos los capirotes. Y es que éste trabajo es un arte, no es coger un cartón y enrollarlo».