LA COLUMNA

La vivienda y el «efecto riqueza»

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La Comisión Europea pidió ayer cautela a los bancos a la hora de conceder hipotecas. Cree que la sobrevaloración de la vivienda, el elevado endeudamiento familiar y los incentivos fiscales a la compra pueden provocar sobresaltos si se produce una desfavorable evolución de los ingresos o los tipos de interés. Tiene razón, pero se equivoca. Porque la utilización del crédito hipotecario para usos distintos de la adquisición de activos inmobiliarios es una práctica usual en Reino Unido, Holanda, Irlanda, Francia e Italia. Pero no en España, donde la propensión marginal al consumo derivada de la riqueza inmobiliaria es inferior a la de todos los países europeos salvo Alemania.

El housing equity withdrawal, la posibilidad que tienen los propietarios de viviendas de movilizar su riqueza inmobiliaria para financiar sus gastos corrientes y el mortgage equity withdrawal, la potencialidad de hacerlo mediante una hipoteca, suponen un coste más bajo para los que piden un crédito al consumo y un menor riesgo de mora o impago para los prestamistas. Por eso el «efecto riqueza», esa sensación de que lo que uno posee cada día vale más, se está encargando de desmontar los mitos económicos. Si el precio de la vivienda en España aumenta del 17 al 12% anual, como lo ha hecho en los últimos tres años, uno puede pedir un crédito hipotecario sobre su casa ya pagada o ampliar el número de plazos, reducir su cuota mensual y, finalmente, destinar el préstamo o lo que se ahorra de amortización a aumentar su consumo, sea necesario o caprichoso.

De los 13 millones de familias españolas, unos 11 millones son propietarias de la vivienda que ocupan. Pero, de ellas, sólo una de cada cuatro tienen préstamos hipotecarios que incluyen créditos al consumo. No son muchas: la tercera parte que el promedio de la UE. Lo que pasa es que la Comisión Europea tiene miedo de que no vaya a servir para nada la subida de tipos de interés. Y le echa una mano al BCE y al Banco de España.