«Es mi deber pitar todo lo que veo, lo bueno y lo malo»

-¿Cómo le dio por meterse en esto del arbitraje?

- Un compañero me ofreció la posibilidad hace cinco años. Actualmente, arbitro hasta categoría cadete porque no me gusta dirigir partidos de mayores. Me encanta trabajar con los chiquillos, enseñarles lo que pueda y, a la vez, aprender de ellos. Saben escuchar y no protestan, cualidades que no tienen los mayores.

-¿Qué hace falta para ser un buen árbitro?

-Sobre todo, ser dialogante. Mucha gente piensa que lo fundamental es sacar tarjetas pero yo prefiero hablar con los jugadores y arreglar las cosas por las buenas.

-¿En qué piensa cada vez que salta el césped para arbitrar un partido?

-Sales nervioso porque sabes que eres el centro de atención de todo el mundo y te están analizando con lupa.

-¿Hace falta haber sido antes jugador para ser un buen árbitro?

-No. De hecho, he jugado al fútbol sala pero no al grande. Lo realmente importante es prepararse técnica y teóricamente. Para ello asistimos a infinidad de clases y charlas en las que, si prestas un poco de atención y te gusta el arbitraje, coges las cosas al vuelo.

-¿Ayudan los jugadores?

-Bueno, a veces intentan engañar pero si estás capacitado controlas la situación.

-Los aficionados siempre echan la culpa de sus desgracias a los árbitros...

-Yo calificaría con alguna palabra fuerte a este tipo de aficionados... No se interesan por nuestro trabajo y se limitan a acusarnos de todos los males cuando su equipo pierde el partido.

-¿En estos cinco años habrá vivido todo tipo de situaciones?

-Me acuerdo de que en una ocasión el hijo de un compañero de trabajo me dijo que, como era amigo de su padre, le pitara un penalti a favor, y eso que el niño apenas levantaba dos palmos del suelo.

-¿Pita penaltis en contra del equipo local en el último minuto?

-Ya he tenido que hacerlo una vez, en Rota, como linier porque el árbitro principal no lo vio. Es mi deber pitar todo lo que veo, tanto lo bueno como lo malo.