OBSERVATORIO

Previsible

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El Gobierno aprobó ayer la OPA de Gas Natural sobre Endesa. ¿Sorpresa? Ninguna. De hecho, ninguno de ustedes aceptó la apuesta que les ofrecía el jueves, y eso que les ofrecía momio. Llegados a este punto y después de haber padecido los sinsabores de la lucha partidista que ha tenido lugar a su amparo, nadie ponía en duda la decisión del Ejecutivo. Como nadie debería dudar ahora de que Gas Natural aceptará sin pestañear todas y cada una de las condiciones impuestas que, por cierto, no incluyen novedades relevantes.

Entre las razones esgrimidas, las pasiones afloradas y las consecuencias derivadas, quería destacar sólo dos. Una, el daño causado a los organismos reguladores, que será probablemente irreparable y con toda seguridad gravísimo. Las discrepancias entre el Tribunal de Defensa de la Competencia y la Comisión Nacional de la Energía, y el impresentable seguidismo practicado respecto a las directrices emanadas por los partidos que patrocinaron a cada uno de ellos, constituyen el peor de los escenarios imaginables y obligará al Gobierno y a la oposición a replantearse seriamente su constitución y funcionamiento. Al menos, si desean mantener un mínimo de dignidad y salvaguardar algún atisbo de crédito.

El segundo elemento es la posición de Iberdrola, que sale muy reforzada del envite al evitar que el Gobierno impidiese la formalización del acuerdo alcanzado en su día con Gas Natural, que le permite dar un salto de gigante de una sola tacada. Ahora sólo falta conocer cuánto se mejorará la oferta ya que, dada la evolución en Bolsa, habrá que hacerlo pronto si se pretende una respuesta favorable de los destinatarios definitivos, que no son otros que los accionistas de Endesa.