J. Félix Machuca - PÁSALO

Hutus y Tutsis

Mariano, no es invierno; estamos a dos pasos (de misterio) de la primavera. Sal de la cueva y actúa

J. Félix Machuca
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DESDE que el señor Sánchez perdiera estrepitosamente su imposible investidura, el marianismo interpretó de manera adversa los signos primaverales. Confundió la flor con el granizo, la tibieza con la pelúa, la claridad creciente con la menguante luminosidad de los días y, como una marmota, buscó una cueva donde esconderse para pasar el invierno. Que no te enteras, presidente. Que estamos a dos pasos (de misterio) de la primavera. Y no tiene sentido tu retiro invernal. Al revés, es ahora cuando la savia mueve los corazones del bosque y cuando la sangre (el que la tiene) se altera. Y entran ganas de salir, de hacer cosas, de fijarse objetivos, de hablar, incluso, con quien te detesta. Sánchez y Rajoy se guardan odios que preñan navajas y se maldicen con africano rencor.

Semejante brecha en la frente de sus autoestimas se la produjeron en aquel famoso debate electoral donde más que aspirantes a la presidencia de un país occidental, parecían hutus contra tutsis en una vendetta machetera. Desde entonces todo ha sido imposible. Machacándome la sospecha de que el atasco, además de su componente política, padece de una alta concentración química de imposible combinación, presentándose ambos elementos de la tabla periódica como radicales libres de hacer con su capa un sayo. Para no atender a las verdaderas necesidades del interés general.

En los pasillos capitalinos y en los provinciales del PP la canción triste del marianismo errante viene sonando desde hace tiempo. Y todos dan la nota en el mismo punto de la cantata: Rajoy si no saca esto adelante debe dar un paso atrás. Y marcharse. Marcharse con todo a su favor. Con el balance positivo de haber salvado una intervención económica con tintes de drama griego; de haber afrontado un tiempo de crisis sin que le temblara el timón del barco cuando la tormenta era más imperfecta y de haber hecho crecer tímidos brotes verdes en una economía devastada por una gestión subnormal de un optimista patológico que puso los cimientos para desbaratar a esta nación. Se podía haber ido impecablemente, con el traje nuevo, sin un goterón de la grasa cochinera que mancha al partido. Yo creo que siguió, más allá de los menguantes resultados electorales, porque no podía conciliar el sueño sin ver a Sánchez con la boca rota y humillado por su rencor a plazo fijo.

Ahora todos le piden en Madrid que haga algo. Que no es invierno y salga de la cueva. Que se sacuda el letargo y se ponga a calentar en la banda. Porque el partido quiere ganar una mayoría amplia de entendimiento con Ciudadanos y PSOE. No es mentira que Sánchez es el otro complemento directo del atasco. Que oye su nombre y escupe por el colmillo. Pero Rajoy está obligado a darle la mano y luego, si quiere, lavársela con jabón de quirófano. Pero antes que ellos está España. Antes que su odio está la nación. Si Mariano se queda, que hable, charle, negocie y acuerde con las otras dos formaciones. Que suya son iniciativas políticas que están gastando otros. ¿O es que Sánchez es el que tiene que ir a Cataluña a hablar con Puigdemont? ¿Y por qué teme tanto el caloré de Barberá si Sánchez está incendiado por Besteiro y hoy declaran en Sevilla dos expresidentes de la Junta al bode de pisar el charco? Si quiere salir de la cueva, que se sacuda la modorra y actúe. Si el cuerpo no le pide más guerra, que se vaya. Que llamen a Aznar y active su célebre invitación parlamentaria en el ocaso del felipismo: «Márchese, señor González». Para convertirlo en: «Márchese, señor Rajoy». Eso es lo que cantan los pasillos de Madrid y de aquí. Por mucho que Moreno Bonilla diga en la COPE que el cambio generacional que necesita el partido no exige que Rajoy entregue la cuchara. Nadie quiere morir en el bunker. Hay mucho trabajo ahí afuera por hacer. Pero sobre todo no arrojar a la basura el duro sacrificio de los españoles durante estos últimos años. Eso no lo perdonaría nadie. Y menos a dos rencorosos que actúan como hutus y tutsis.

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