LA TRIBU

Resignación

En este desierto creciente que llora más que canta, el verano es un lamento mudo, la resignación de la gente del sur

Ancianas toman el fresco en una de las noches soporíferas de verano en Andalucía. RAÚL DOBLADO
Antonio García Barbeito

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Qué buen pie de foto, y aun, qué buen retrato, qué definición, qué hermosa contradicción: «El sur es un desierto que llora mientras canta.» Luis Cernuda tuvo bastante con un alejandrino para conseguir la gran fotografía del sur, de Andalucía, de nosotros: «El sur es un desierto que llora mientras canta.» No hay más que arrimarse al flamenco, o al toreo, o a mucha de la poesía de algunos de los nuestros, para entender el verso cernudiano. El sur, el misterioso sur, el desconcertante sur, el mágico sur, el asombroso sur; el sur «de ligeros paisajes dormidos en el aire, / con cuerpos a la sombra de ramas como flores / o huyendo en un galope de caballos furiosos…»

En este desierto creciente que llora más que canta, el verano es un lamento mudo, la resignación de la gente del sur. He ahí uno de los grandes méritos de esta tierra, su resignación. Al calor, sí; pero no sólo al calor. Esta tierra, quizá de tan flagelada por los látigos del verano, de tan marcada a fuego por el largo sol del estío, de tan humillada por la calima, el bochorno, el solano espeso, los recalmones y los días que no tienen más salida que la resignación —como quien vive una diaria agonía dentro de un incendio que no llega a ser mortal—, este pueblo, el nuestro, el sur, es capaz de aguantar más de lo que lleva siglos aguantando, de unos y de otros, que si aguantó bajo la voz del amo cuando los amos eran insaciables, aguanta ahora bajo el poder de las influencias, de los apadrinamientos, de los descartes, de las exclusiones. Y siempre «mirando la cara, si la ponen mala o buena.» Es verdad que «el sur es un desierto que llora mientras canta», sí, pero cada día le cuesta más cantar y cada día tiene más razones para llorar. Abandonados, en tantas cosas, por más que hayamos pedido una y mil veces; abandonados porque saben que nos resignamos, que la resignación la llevamos por dentro, y para que uno se rebele, ay, hace falta que le caigan encima piedras de molino. «En el sur tan distante quiero estar confundido», dice Cernuda en otro verso del mismo poema. Nosotros ya lo estamos en muchas cosas, ante muchas cosas y entre algunos cargos. Porque el sur que vivimos es una confusión por culpa de muchos. Y en esa confusión tratamos de sobrevivir, de abrirnos caminos. No es fácil. Hay muchos intereses, allí, aquí, más allá, en todas partes. ¿Y qué pasa, se levanta el sur, se arma de razones y pelea por lo que es suyo y en justicia debe estar en sus manos? No, el sur se entretiene —y lo entretienen— con hermosas mentiras, y a lo más que llega es a ser lo que Cernuda ya sabía que era: «un desierto que llora mientras canta.»

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