El piso

Si cambia el color del adoquín, puede cambiar incluso el paso de los sevillanos

Antonio García Barbeito

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A la calle donde nací la llamaron un tiempo, como nombre popular, «la calle empedrá». La razón no fue otra que de terriza pasó a adoquinada. Yo la conocí así, aunque ya el nombre popular se había perdido entre la gente; pudo más el nombre de la plaza donde desemboca que todos los nombres que ha tenido. Mi calle. «En esta calle tranquila, / luminosa, donde el aire / recoge el rumor del río / y lo lleva a los pinares; / en esta calle que sube / para dejar de ser calle / y terminar siendo plaza / con una Cruz que la guarde…» Calle empedrada de adoquines, quizá la primera de las del pueblo en tener un piso así, si no, ¿por qué iban a llamarla «empedrá», si ya hubiese habido otras? La calle empedrá, como la Tienda Nueva. Habría entonces, si acaso, dos tiendas de ropa, y abrieron una tercera y la llamaron así, la Tienda Nueva.

Adoquines de Gerena. La calle principal estaba alquitranada; terrizas, algunas calles perpendiculares, y la Calle Nueva, también alquitranada. Recuerdas, de vuelta del colegio, el olor a alquitrán caliente y las toscas máquinas donde lo calentaban —todo negro, máquinas, producto, ropa de los hombres, herramientas…— para echarlo cuasi a punto de lava recién salida del volcán. Alquitrán, piso terrizo, calles y plazas con suelo de cemento…, pero donde se ponía una calle adoquinada, no se ponía nada. Las carretas que venían de los pinares, cargadas de rubios y olorosos troncos juanramonianos, crujían al rodar sus llantas de hierro sobre los adoquines. Y los cascos recién herrados de las caballerías ponían un repiqueteo metálico y firme. Los adoquines. Cuando llegaste a Gines, al Molino, te encontraste todo el patio de la hacienda solado de cantos rodados y adornado con una equilibrada geometría de líneas de adoquines. Dentro, «los bueyes de Gerena», los rulos, las piedras de la almazara, aquellas figuras troncocónicas bajo las que, al rodar, las aceitunas vivían su hermoso sacrificio aceitero, fueron un símbolo de tu vida, siguen siéndolo: «Llegué, te di mis sueños de muchacho / que traza el mundo entero por camino; / tú me diste unas piedras de molino / y la patria redonda del capacho…» Has buscado siempre el granito, como símbolo molinero y de piso de tus primeros pasos callejeros. Adoquines de Gerena, la gran cantera. Ahora, según parece, los adoquines de Gerena ya no se extenderán como dura alfombra en algunas calles sevillanas; lees que vendrán de algún sitio de Extremadura. ¿Qué cambia? Algo que cualquiera de aquí puede descubrir al paso: el color de la piedra. Y si cambia el color del adoquín, puede cambiar incluso el paso de los sevillanos. Y de las sevillanas.

antoniogbarbeito@gmail.com

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